
Sánchez niega haber tenido una relación de amistad con el hombre con el que recorrió España en la campaña de las primarias de su partido. Tantas horas en el Peugeot, tantas reuniones, comidas y mítines no sirvieron para forjar un trato cercano, a pesar de lo cual, Sánchez lo convirtió en el hombre fuerte del PSOE cuando llegó a la Secretaría General. Los mensajes cruzados entre ambos cuando ya estaban en el gobierno desmienten la frialdad con la que Sánchez pretende despachar ahora a su número dos, pero Ábalos (y Koldo) saben hasta qué punto existió esa amistad. No pasará mucho tiempo sin que nos enteremos también los demás.
Ábalos está en la cárcel, sin tabaco negro (en el economato solo tienen rubio, los muy señoritos) y sin una adecuada ropa de abrigo, circunstancias que su familia se ha visto obligada a solventar porque el exministro llegó a la trena prácticamente con lo puesto. "Aquí hace mucho frío", escribió al dictado en Twitter con una evidente doble intención, porque sus compañeros lo han convertido en un apestado y no hay socialista encumbrado que no haya dedicado varios días a borrar el rastro de cualquier conversación con el hombre que gobernó el partido durante cuatro largos años. Da igual. Ábalos los recuerda a todos y Koldo los tiene grabados. Si hay algo que saber ahí, también saldrá a la luz.
El exministro se comunica con la opinión pública a través de un equipo de voluntarios que gestiona sus cuentas en las redes, donde han sustituido el nombre del no-amigo de Sánchez por "En el nombre de Ábalos", otro doble sentido que evoca una conocida película en la que el protagonista era condenado sin pruebas tras una investigación tendenciosa. También su hijo mayor ha salido a la palestra acusando de juego sucio a los antiguos colegas de su padre, a los que habría cerrado el grifo de las coimas en el Ministerio de Transportes. Este es otro filón informativo que va a proporcionar grandes titulares en los próximos días, porque a Ábalos le han buscado la ruina, entre otros, sus colaboradores más cercanos, y eso no es algo que se perdone fácilmente.
A Pedro Sánchez le da igual, claro. Él está organizando la llegada a España de Puigdemont, para recibirlo con el boato que merece y hacerse una foto que servirá de homenaje fúnebre al PSOE en 2027, porque Pedro está dispuesto a llevar la legislatura hasta el final. Pero Ábalos está en la cárcel y también tiene mucha información sobre este asunto. No digamos Santos Cerdán, enviado por su jefe a Waterloo a fotografiarse con el delincuente fugado. Ambos tienen muchas cosas que opinar al respecto, y la negación petrina de la amistad que evidentemente los unió no parece que vaya a ser suficiente para callar a ninguno de los dos.
