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Sánchez, Ábalos y la "confianza política"

Tras depositar su "confianza política" en Ábalos, a Sánchez no se le ocurrió nada mejor que depositarla en Santos Cerdán.

Tras depositar su "confianza política" en Ábalos, a Sánchez no se le ocurrió nada mejor que depositarla en Santos Cerdán.
José Luis Ábalos a su llegada al Tribunal Supremo el día en el que el juez dictó su ingreso en prisión. | EFE/Javier Lizón

Como lo de Sánchez diciendo que "en lo personal" no conocía de nada a Ábalos es tan divertido, se nos ha pasado un poco la otra parte de la frase con la que el presidente del Gobierno trató de establecer una hilarante distancia con el preso de Soto del Real: aquello de que tenía en él "confianza política".

Dicho de otra forma: que Pedro Sánchez le daba, siempre según sus palabras, toda su confianza a un tipo al que no conocía de nada en lo personal. Una idea que llama poderosamente la atención todavía más en el caso de un partido como el PSOE –como cualquiera de izquierdas si nos paramos a pensarlo– que se presenta a sí mismo ya no como una opción moral, sino como la única opción moral.

De hecho, prácticamente todo lo que proponen los socialistas, todas sus banderas, son rigurosamente morales y muchas de ellas con una moralidad más bien carca, si me permiten decirlo. Por ejemplo, ahí tienen lo preocupados y presuntamente repugnados que están los del PSOE con determinados aspectos de los escándalos de corrupción que les rodean: parece que es mucho más grave que Ábalos recurriese a los servicios de prostitutas –lo que por cierto les recuerdo que no es ilegal– que el hecho de que lo pagase con nuestro dinero.

O la forma en la que Ángel Víctor Torres presume de que en los informes de la UCO no hay nada de "pisos con señoritas". No sé, a mí me parece mucho más escandaloso haber visto cómo se empeñaba en pagar antes que nadie a una trama –organización criminal según la acusación en el Supremo– que había servido unos productos caros y en algún caso inservibles.

¿Quieren un ejemplo más? Pues ahí está Paco Salazar, que al parecer se ha pasado, presuntamente, años cobrando de un ayuntamiento sin presentarse ni una vez por allí, pero ha sido expulsado del partido por ser un gorrino, cosa que también está mal, no crean que pienso que no, pero personalmente no me parece que desde el punto de vista político sea más grave que robar.

En resumen, que en el partido de los sermones, la moralina y las almas sin mácula, el suegro de Sabiniano le dio toda su "confianza política" al amigo de Jésica, que era un poco putero, presuntamente, pero podía haber sido, qué sé yo, caníbal, metodista, vegano o asesino en serie de gatos, como el de la novela de Murakami. Y nada de eso habría importado porque en Ferraz la confianza política, mira tú, se la dan a desconocidos.

Lo más curioso de todo es que tras depositar su "confianza política" en Ábalos, al presidente no se le ocurrió nada mejor que depositarla en Santos Cerdán, que igual no tenía tantas amigas como su antecesor –de hecho tenía a la Paqui como una reina, a todo trapo y a toda tarjeta en El Corte Inglés y en los mejores restaurantes–, pero tampoco era un probo empresario de comportamiento intachable. Eso sí, de él, Pedro Sánchez no ha dicho que fuese "un gran desconocido"... por ahora.

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