La posición de Pedro Sánchez es insostenible. Todo a su alrededor es corrupción. Corrupción política, corrupción económica y corrupción moral. El caso de Paco Salazar, otro estrecho colaborador de Sánchez que ahora debe estar en la lista de "grandes desconocidos", muestra la degradación del sanchismo con una precisión en los detalles demoledora. En las denuncias que el PSOE y Moncloa han tratado de tapar contra Salazar se retrata a un personaje muy importante en el área de la Presidencia del Gobierno que se paseaba con la bragueta abierta por las dependencias oficiales haciendo comentarios obscenos a las trabajadoras a su cargo, amenazándolas con despidos, haciendo gestos sexuales delante de ellas, entre otras especialidades de esos hombres del partido que dicen ser feministas porque son socialistas.
Pero claro, Sánchez no se enteraba de nada. Un hombre de su máxima confianza comportándose como un babuino en celo, un auténtico energúmeno, acosador, machista y maltratador y el presidente en la inopia, igual que con Ábalos, Cerdán y Koldo, que se sepa de momento. Hay que ver qué mala suerte tiene Sánchez con su círculo de confianza. La ausencia de moral imperante en la Moncloa explica que Salazar creyera que podía dar rienda suelta a sus más bajos instintos sin consecuencias por su cercanía a Sánchez.
Siendo gravísimas las denuncias contra Salazar, más grave resulta aún que el PSOE haya intentado "archivarlas" en un cajón y ocultarlas a la justicia. Y que eso haya ocurrido tiene que ver con la posición de Salazar en el escalafón del sanchismo. En cuanto a lo de elevar el caso a la Fiscalía, no debería haber discusión porque tendría que haber sido la Fiscalía quien tomara cartas en el asunto cuando se hicieron públicas las denuncias, en julio, cuando Sánchez quiso colocar a Salazar en la Secretaría de Organización que dejaba vacante otro prenda: Cerdán. Claro que la Fiscalía, ¿de quién depende? Pues eso.
En materia de escándalos y delitos sexuales y comportamientos machistas, diluvia sobre mojado en el PSOE. Una militante del partido ha denunciado al jefe del partido en Torremolinos por insinuaciones y tocamientos. La mujer ha decidido acudir a los tribunales porque en el partido no le hacían caso. En medio de estos casos que tenga que salir la portavoz Pilar Alegría a decir que Moncloa es un lugar seguro para las mujeres muestra a las claras la dimensión del problema socialista con las mujeres. Las conversaciones sobre prostitutas de Ábalos y Koldo como si las mujeres fueran mero ganado en una lonja de carne, las procacidades de Salazar con la bragueta abierta por las dependencias de Moncloa o los casos del Tito Berni y otros egregios puteros de la organización socialista restan toda credibilidad a Sánchez, a quien hacerse el sorprendido se le da tan mal como decir la verdad. Que Sánchez se haya rodeado de auténtica gentuza, carne de presidio, explica las características de su mandato y de su personalidad.
En cuanto a las lecciones de moralidad que pretende dar la izquierda sobre sexualidad, prostitución y feminismo, el PSOE no camina solo. Sumar y Podemos no le andan a la zaga respecto a las contradicciones entre lo que se predica y lo que se perpetra. No se entiende cómo es posible que las mujeres de esos partidos encubran a delincuentes como Martiño Ramos, fundador de En Marea con Yolanda Díaz y violador de una alumna de 12 años. O a "galanes" que se han valido de su fama política y de su posición académica para cosificar sexualmente a compañeras de partido, discípulas o admiradoras o directamente aprovecharse de ellas.
Respecto a los colaboradores de Sánchez, que el PSOE no aplicara las más elementales normas en relación a los derechos de las mujeres se explica porque tales normas son papel mojado cuando se trata del círculo pretoriano del líder socialista, ese hombre rodeado de "grandes desconocidos" al que ya solo le falta negar a su hermano y a su esposa.

