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La hoz, el martillo y los trans

Ante la inminenete victoria de la derecha, las cabezas pensantes de la izquierda parece que adoptaron esa decisión estratégica: sustituir la bandera roja por la de los trans.

Ante la inminenete victoria de la derecha, las cabezas pensantes de la izquierda parece que adoptaron esa decisión estratégica: sustituir la bandera roja por la de los trans.
La izquierdista Jeannette Jara tras una bandera trans. | EFE

A veces, no muchas pero sí algunas, resulta ser cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras. Así, asistiendo por internet al cierre de campaña de la candidata de la izquierda chilena, cierta Jara que milita en el Partido Comunista, comprendí de inmediato que todo estaba perdido para el bloque gubernamental tras ver ondear la gran bandera que portaban los activistas estratégicamente situados en las primeras filas del acto. Yo, por edad, pertenezco a una generación que nació a la toma de conciencia política coincidiendo con la llegada al poder de la Unidad Popular de Salvador Allende. Y el recuerdo gráfico que guardo en la memoria de aquel período es el de las banderas rojas, todas con sus preceptivas hoces y martillos, presidiendo los grandes actos de masas en el Santiago previo al golpe.

Sin duda, esa fue la razón de que me quedara paralizado y mirando la pantalla con cara de tonto al advertir que aquella bandera, la que agitaban con entusiasmo los militantes de la izquierda en su acto final de campaña, era la oficial de los trans (no confundir con el estandarte arco iris genérico de los gais). Ante el inminente riesgo de que la derecha acabase imponiéndose en las urnas, como así terminaría ocurriendo, las cabezas pensantes de la izquierda parece que adoptaron esa decisión estratégica: sustituir la bandera roja por la de los trans.

Suena a broma, pero el asunto es bastante más serio de lo que parece. Por lo demás, yo no sé cuántos trans habrá en Chile, pero sí dispongo de una cifra aproximada de los que habitan en el país vecino, Argentina. Y es que los Kirchner aprobaron una ley (Milei la ha derogado) para garantizar que todos los travestis del país pudieran disponer de un empleo en el Estado sin pasar antes por ningún proceso de selección. De ahí que ahora se sepa que suman en torno a 50.000 personas, sobre el total de cincuenta millones de habitantes que posee Argentina. Y todavía se extrañan de que haya ganado Kast.

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