
Las colonias de gatos CES se han convertido en uno de los mayores problemas que tiene que afrontar la naturaleza española: lo que comenzó como una bienintencionada experiencia en medios urbanos ha creado un monstruo destructor de fauna silvestre, como pájaros, anfibios y reptiles, algunas de cuyas especies pronto se verán abocadas a la extinción.
El gato doméstico es un depredador eficacísimo: sus años de amistad con el hombre no le han despojado de sus naturales instintos de caza y, si tiene oportunidad de campar por sus respetos en el medio natural, bien como "escapista" o como cimarrón, cazará y matará a cualquier criatura de tamaño y capacidad defensiva adecuada.
Incluso estando perfectamente cuidado y alimentado el gato doméstico caza por instinto depredador natural y lo mismo se abalanza sobre una paloma en vuelo que contra el aleteo de las hojas a través de una ventana. Los veterinarios llaman "síndrome del gato paracaidista" a las frecuentes caídas accidentales que defenestran a muchos gatos domésticos.
En definitiva: no es cierto que los gatos en libertad si están alimentados artificialmente dejen de cazar; en esta falacia se basa el peligro para la pequeña fauna, urbana y semiurbana, habitante de los entornos rústicos que encierra el proyecto "Gatos esterilizados y libres".
Los precedentes ecológicos de la presencia de gatos en libertad en entornos naturales resultan demoledores: los gatos cimarrones o escapados de la domesticidad han puesto en peligro la fauna de islas y de reservas naturales en que su presencia se ha fomentado o consentido. Es una película que ya hemos visto antes y que no queremos volver a ver.
Aunque esté bajo el control de la supuesta esterilización, los gatos de estas colonias, llamados eufemísticamente "comunitarios", suponen un verdadero peligro, tanto ecológico como sanitario.
Las colonias crecen por incorporación de nuevos individuos atraídos por la facilidad de la sustancia apoyada por los mantenedores, que tiran con la pólvora del rey de los presupuestos municipales, que los administradores de los mismos tienen que soportar para no incurrir en las iras de los incautos contribuyentes que juegan al proteccionismo: es cuestión de votos, no de buenismo ni de verdadero cariño a los animales.
Porque los verdaderos protectores de los gatos sin hogar los tienen en sus casas como animales de compañía: allí es donde deben estar, y son muchísimos los que disfrutan de ellos, de su encanto, de su inteligencia y de su belleza.
Jugar a supuestamente proteger a los animales no es fomentar su proliferación en entornos naturales, donde los gatos, eficacísimas "máquinas de cazar fauna silvestre", tienen que ser escrupulosamente controlados y recogidos para la adopción.
¿Cuál es el trasfondo económico de este complejo tinglado de las colonias CES o "gatos comunitarios"?
¿Quiénes son los organizadores y quiénes se lucran con semejante peligro para la naturaleza?
¿Qué soporte político y qué ideologías buenistas han inspirado este atentado contra la naturaleza y contra los pobres gatos abandonados?
Los verdaderos enemigos de los gatos son aquellos que presumiendo de su "gatofilia" no los adoptan en sus hogares o que, si lo hacen, no los controlan lo suficiente para que no escapen, ocasional o definitivamente, o que permiten que deambulen libremente por sus casas o sus jardines o que sus ejemplares se reproduzcan como consecuencia de tales fugas incontroladas.
Todos los gatos domésticos deben estar bajo el control de sus propietarios, provistos de sus correspondientes mecanismos de identificación y control, tanto veterinarios como administrativos; exactamente igual que lo que se requiere para perros y hurones, las dos especies permitidas como mascotas.
Vuelve la maldita palabra "alimaña"
Pero lo que realmente ha colmado la paciencia de científicos y verdaderos amantes de la naturaleza es la constatación de que algunas colonias de "gatos comunitarios" establecidas en poblaciones rurales son apoyadas por sus mentores y beneficiarios, a efectos económicos de las subvenciones y presupuesto, por carteles, con iconografía difundida por los mismos, que hablan de que tales colonias controlan las "alimañas del entorno en que viven".
Sin "cortarse un pelo", que diría un castizo, ilustran sus panfletos con iconografía de las supuestas criaturas alimaña, muchas de ellas protegidas como anfibios, reptiles, insectos y micromamíferos. De manera torticera y sibilina se abstienen de referirse a los pájaros, principales damnificados de la predación de sus "colonias" gatunas. La extinción de las aves está servida.
Aunque estamos acostumbrados a los absurdos administrativos medioambientales, esto es demasiado como para pensar que haya tomado parte el Ministerio para la Transición Ecológica o la Fundación Biodiversidad; ha hecho falta investigar muy poco para entender que el escabroso tema de las colonias felinas CES y del enriquecimiento de sus gestores directos se ha "colado de rondón" como tentáculo del buenismo de la Agenda 2030, al lado de otras teorías ecológicamente disparatadas de los supuestos "gatófilos", que resultan en realidad amantes de las subvenciones, muy a pesar del deterioro de tantas arcas municipales.
Mientras requerimos la intervención de entidades tan prestigiosas como SEO/BirdLife o fundaciones como Biodiversidad, seguiremos investigando, porque detener este despropósito es de interés prioritario y de máxima urgencia.
Mientras tanto, seguimos haciendo llamada a la adopción de los gatos abandonados, de manera similar a lo que se requiere para los perros; las protectoras están desbordadas y no pueden con todo, pero fomentar las CES gatunas es una falsa solución perversa.
Hay que actuar antes de que la fauna, especialmente la ornitológica, a la que no se hace referencia en los perversos carteles sobre "alimañas", resulte dañada de manera irreversible, y de que comiencen las previsibles epidemias gatunas que acaben con las colonias felinas, víctimas de la ignorancia y la codicia de sus gestores y de la buena fe de sus colaboradores que las alimentan.
