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Amando de Miguel

A vueltas con el giro de 180º

Aunque no le guste llevar chaqueta, Iglesias empieza a parecerse a los chaqueteros que cambian de apariencia ideológica según el sol que más caliente.

El caudillo de Podemos ha intentado dar un giro ideológico de 45º (por decir un número redondo) para situarse en el sector moderado o socialdemócrata de la izquierda. Aunque no le guste llevar chaqueta, empieza a parecerse a los chaqueteros que cambian de apariencia ideológica según el sol que más caliente. Ahora exige al PSOE que dé un giro de 180º para poder pactar con él. Lo cual equivale en términos militares de dar media vuelta para marchar en la dirección contraria a la que se había venido. Parece un tanto histriónico.

Ciudadanos y Podemos imponen la condición de que ningún candidato haya rozado nunca la corrupción. De otra forma no pactan. Y si ellos no pactan no hay Gobiernos. Es una exigencia muy curiosa, pues los partidos llamados "emergentes" (nuevos) no han tenido oportunidad de ser corruptos con el dinero de todos. Bueno, algunos de Podemos sí parece que han manejado fondos públicos con cierta alegría fiscal, dicho con benevolencia. Pero eso no cuenta. Para la izquierda solo son corruptos los del PP. Resulta curiosa la asimetría: un comentarista próximo al PP puede criticar perfectamente al corrupto de ese partido. Pero si el periodista se inclina a babor nunca destacará el latrocinio de un político de su cuerda.

La palabra vuelta se maneja con profusión. Es parte del famoso cambio, que nadie sabe bien lo que significa. Todo parece indicar que los pactos actuales se entienden como maniobras de aproximación a las elecciones generales, que están a la vuelta de la esquina, como quien dice, a la vuelta del verano. Aquí todo se deja para después del verano.

De momento, los políticos enredados en los pactos se dedican a poner de vuelta y media a los que no son como ellos. Pero no tiene vuelta de hoja que la argamasa de los pactos sea compartir ese bien tan deseado, que es el poder. No hay que darle más vueltas, lo que priva es el deseo imperioso de mandar. La prueba es que no hay forma de que los pactantes nos digan qué van a hacer con la llave del erario. ¿Los socialistas nacionalizarán muchas empresas privadas? ¿Los del PP se atreverán de verdad a bajar los impuestos, mejor,la recaudación total? ¿Los de Podemos llevarán a cabo la insinuada revolución bolivariana o como se llame? ¿Los de Ciudadanos se atreverán a prescindir de las subvenciones públicas para el partido? La respuesta a las cuatro preguntas es que no, o, de forma más castiza, que a la vuelta lo venden tinto.

Alegrémonos con la promesa de esta segunda transición hacia la democracia. La primera de 1978 (y años anteriores) supuso un elenco de políticos que dan cien vueltas a la actual generación. No vale la pena descender a detalles personales de competencia profesional, honradez y disposición a pactar. No hay vuelta de hoja: para que se produzca una verdadera y ansiada circulación de las elites, el personal político actual debería pasar por alguna academia de preparación. ¿Cuándo van a entender los dirigentes del PP que, si han perdido cancha, ha sido por pretender ser de izquierdas? ¿Cometerán los de de Ciudadanos el mismo error? Qué manía la querer todos socialdemócratas, cuando ninguno lo es.

Los contribuyentes (mal llamados ciudadanos con minúscula) están de vuelta de unas clases políticas que prometieron cosas que no cumplieron. De ahí tantos votos a los partidos emergentes. Pero son votos condicionales. Se exige verdaderamente otro estilo de gobernar. Y no solo por lo que respecta al manejo de fondos públicos, con ser una cualidad tan relevante. Hay que entrar en la sustancia de las reformas. ¿Cómo se va a resolver la aporía de que el Estado de Bienestar no va a poder ser mantenido, pero nadie quiere prescindir de él? ¿Cuándo van a aprender nuestros padres de la patria que los Gobiernos no crean puestos de trabajo? Demasiadas preguntas, ya lo sé. Pero a mí me pagan por inquirir.

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