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Amando de Miguel

Un mundo idiotizado

El panorama del mundo mundial no resulta muy estimulante, y no me refiero al manido cambio climático.

El panorama del mundo mundial no resulta muy estimulante, y no me refiero al manido cambio climático. Por lo que respecta a la economía, la tendencia es, más bien, al estancamiento, sobre todo referida a Occidente, más aún si computamos los bienes que sirven para producir (capital). Si nos fijamos en la sociedad, es evidente que hay cada vez más desigualdades, contando con la inmigración foránea. De centrarse la observación sobre la política o las ideologías, da la impresión de que son dominantes las múltiples y solapadas formas de autoritarismo, incluso en las democracias.

Por lo que se refiere a España, destaca el influjo de tres ideologías, instaladas con mucha fuerza: (1) el complejo feminista-homosexual, (2) el ecologismo, (3) la globalización. El éxito de tal amalgama ha sido el de convencer a mucha gente de que es "progresista" o "de izquierdas", etiquetas un tanto caprichosas. Lo curioso, es que las tres formas de pensamiento hegemónico proceden, sobre todo, de los Estados Unidos de América, donde son casi como una segunda Constitución. Quizá, sea por ese origen, pero el hecho es que no pocos adalides de la triada ideológica han hecho grandes fortunas personales. Al establecerse como preeminente esa trimurti ideológica, tachan, despectivamente, a los no conversos de "negacionistas" o de "fascistas".

El reino de las ideas supremacistas no se encuentra en la nube, sino que modela la realidad. No hay más que ver, por ejemplo, la consecuencia inmediata de una visible decadencia del sistema productivo en todo el mundo occidental. Ha sido sustituido por la rutilante economía del ocio y el entretenimiento con un impresionante despliegue en los medios de comunicación. La versión española de ese rubro es el turismo y el deporte como espectáculo, sustitutos de la "industria" tradicional. Hasta el reciente desastre natural del volcán de la Palma se ha intentado "vender" oficialmente como un motivo de atracción turística.

Los ecologistas vienen a ser la metempsícosis de los antiguos misioneros populares, que iban por los pueblos y barrios predicando los "ejercicios espirituales". Su propósito era el de despertar la conciencia culpable de los relajados feligreses. El ecologismo actual se convierte, así, en una suerte de religión sustitutiva. Su finalidad es la de inculcar en la población una especie de "complejo de Atlas". El cual equivale a cargar con el peso de la bola del mundo sobre los hombros de cada uno y conjurar, así, las desgracias de la Tierra.

Se dirá que una de las miserias de la política actual es la corrupción. Se trata de un efecto consiguiente de un antiguo valor, reforzado en nuestro tiempo. Es el impulso de hacerse rico en el menor tiempo posible y trabajando muy poco. Las dos vías principales para tal propósito son la política y la delincuencia, o ambas en comandita. Sin llegar a tanto, el nuevo valor explica el auge de algunos pingües negocios: el tráfico de drogas, los juegos de azar, las apuestas, las loterías. El ansia de enriquecerse de manera súbita es con el oculto propósito de dar envidia, el supremo placer de la humanidad contemporánea.

Volviendo a la particular situación española, no es verdad que los actuales gobernantes logren colmar los deseos del pueblo. La prueba está en que la mayor parte de la población está en desacuerdo con el "cambio de hora", que decretan las autoridades dos veces al año. A propósito, tampoco es cierto que los mandamases se hallen decididos a borrar las huellas del franquismo, como proclama la "ley de memoria democrática". La demostración puede ser el empecinamiento en mantener la hora oficial española (sin las Canarias) como la de Berlín, y no como la de Londres. Esta última es la que nos correspondería según la lógica astronómica, al atravesar el meridiano de Greenwich la península Ibérica. Mi amigo Gonzalo Jiménez Gallardo me precisa que fue una decisión de Franco, en febrero de 1942. La causa fue el ridículo que hizo el Caudillo, al no aparecer a una llamada que le hizo Hitler para una hora precisa. Franco no se percató de que la hora era la alemana, no la española del momento. Para contentar al Führer, Franco tomó la arbitraria decisión de instalarse en el huso horario alemán. Ningún Gobierno de la Transición democrática española se ha atrevido a poner las cosas en su sitio para vergüenza de los españoles.

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