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Ángel Mas

Zapata, el antisemitismo y los ciudadanos libres

El antisemitismo y el antisionismo de estos macarras que gestionarán Madrid y otras ciudades de España son una y la misma cosa.

El antisemitismo y el antisionismo de estos macarras que gestionarán Madrid y otras ciudades de España son una y la misma cosa.
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Casi podría dar pena Guillermo Zapata. Recién jurado (o lo que sea que hagan estos) concejal en Madrid, nombrado para la importante responsabilidad de la Concejalía de Cultura, que permite repartir dádivas y jobs for the boys…, y ese mismo sábado por la tarde lo exponen al mundo como un antisemita y un tarado.

Las reacciones se desencadenaron: los de Pablo Iglesias (Carmena ni pincha ni corta) buscaban, y siguen buscando, un complot desde algún búnker subterráneo de Jerusalem, una oscura mano que seguro debió de planearlo todo. Son muy dados a las chiquilladas conspiranoicas: en sus parámetros leninistas, todo se rige por un liderazgo que pone a la obediente turba a trabajar en campañas. No podían concebir que en Twitter, un medio que no son capaces de controlar, un grupo de ciudadanos libres coincidieran alrededor de un asunto que les importaba, que les ofendía profundamente, y se movilizaran naturalmente para hacer oír su opinión. Se habían topado con la sociedad civil, esa de la que habían oído hablar a los liberales pero que hasta ahora no había hecho mucho acto de presencia.

Tan acostumbrados a la verborrea sobre la participación ciudadana directa, los asamblearios no salían de su asombro al sentirla en acción sin sus habituales manipulaciones. Tan acostumbrados a la impunidad de sus salvajadas extremistas, buscaban excusas de parvulario. Y tan cómodos ellos en la tarea de ganar la Guerra Civil, en la oposición permanente con complejo de Peter Pan, en la sola responsabilidad de fabricar eslóganes pegadizos, se veían ahora desenmascarados como casta, agarrados al sillón. Ellos, los puros.

Se han sucedido los apoyos incondicionales, prietas las filas, de las mismas a las que Zapata había genéricamente llamado "putas". Escuchamos las justificaciones confusas y contradictorias. Las de los que, siendo expertos en encontrar abuelos franquistas a la gente, explicaban que eso lo escribió hace ya tres años. Argumentaban que se trataba de chistes, como si de lo que se ríe alguien no reflejara de qué está hecha esa persona. Otros sostenían que, claro, "eso lo dijo antes de ser político", dejando así clara la nula credibilidad que merecen sus excusas como político.

Intentaron movilizar a la muchachada, pero con la consigna de evitar el abuso verbal e intimidatorio. Que fueran de buen rollo, que ahora nos leen los tuits. Sin el recurso al berrido y el insulto, sus argumentos dialécticos habituales, los únicos en realidad, era divertido verlos intentando argumentar medio inteligentemente, buscando refugio en el chiste pueril. Criaturas. Probaron las intoxicaciones, los fakes, poner en marcha el ventilador de la mierda, pero es que el tema se les escapaba de las manos: el bruto impresentable no era un caso aislado. Casi toda la lista compartía el perfil de bocazas lamentable. Y la que seguía a Zapata si este dimitía era una autodefinida bollera feminazi. Casi hacía de Zapata candidato a yerno del año.

La verdad es que no sé qué pensarán las personas que se decantaron por la papeleta con los nombres de esta chusma. Porque hay que pensar que la mayoría de sus votantes no compartirán la turbia mentalidad del que participa en foros con chistes sobre millones de personas sacrificadas y reducidas a cenizas. Y sobre niñas torturadas y víctimas despedazadas, que el antisemitismo es una merma que suele venir acompañada de otros fallos de carácter.

Tampoco sé lo que pensarán en el PP y en el Gobierno, pues han permitido que estos desmanes se produzcan durante años sin tomar medidas y ni siquiera exponerlos de modo que la gente al menos optara informadamente. Cálculo o dejación, han vuelto a dejar clara su ya legendaria incapacidad ejecutiva. A lo mejor están esperando que esos tuiteros también les ganen las elecciones mientras se quedan mirando.

Les diré lo que sé acerca de los cinco millones de judíos que Zapata escribió cabían en un cenicero: aquello no era un chiste despreciable. Venía seguido de otra entrada que preguntaba por qué necesitaba Israel tanto espacio si en ceniza ocuparía tan poco. No era un chiste, sino una declaración política que aclaraba que el antisemitismo y el antisionismo de estos macarras que gestionarán Madrid y otras ciudades de España son una y la misma cosa. Que no es aislada, sino compartida por un movimiento que apoya todos los días el boicot al Estado hebreo y a los terroristas que lo acosan. Unos tipos que aspiran a gobernar España. Una amenaza clara y presente. Contra los judíos y contra Israel. Indistintamente. Contra lo que representan. Y, por eso, contra todos nosotros.

La sorpresa, que no esperaban, es que de frente se han topado con un montón de ciudadanos libres, de izquierda, centro o derecha, unidos por la decencia y dispuestos a plantarles cara. Ya era hora.

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