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Antonio Robles

Apocalípticos y progresistas

Desde la investidura de Sánchez, 'El grito' de Munch preside cada decisión del nuevo Gobierno.

Desde la investidura de Sánchez, 'El grito' de Munch preside cada decisión del nuevo Gobierno.
'El grito', de Edvard Munch | Wikipedia

Desde la investidura de Sánchez, El grito de Munch preside cada decisión del nuevo Gobierno. Aturdidos por esa falta de escrúpulos, puede que no reparemos en la carga de profundidad contra el modelo democrático que tanto ha costado consolidar. Jorge Bustos ha rastreado el blog de su gurú, Iván Redondo, y desvela la pestilencia del personaje: aboga por los "bloques", por la "polarización", por las emociones. "Tener razón no da votos", sostiene. ¿Para qué se llenan la boca de educación pública para todos, si después la desprecian?

Las secuelas de esa voladura de la pedagogía democrática dejan a la intemperie la compleja diversidad ideológica, reduciéndola a un maniqueísmo insultante de apocalípticos y progresistas. No es sólo que tal maniqueísmo sea radicalmente falso, es que es el fruto consciente de una estrategia diseñada en los despachos para satanizar cualquier signo de oposición. Lo más parecido al totalitarismo. Totalitarismo intelectual y mediático, pero, al fin y al cabo, voluntad de reducir el arco parlamentario opositor a símbolo intransigente, reaccionario, enemigo del progreso. Apocalípticos. Lo más parecido al miedo supersticioso del integrismo religioso. Si levantara la cabeza Umberto Eco…

Esa falta de escrúpulos, esa negación de la razón ilustrada, ese crimen contra la tolerancia como base filosófica de la democracia lo contaminará todo, y será, a medio-largo plazo, letal para la convivencia. Y lo más obsceno es que se hace en nombre del progresismo. Tomar la competencia ideológica como lastre define a Lastra. El respeto al diferente es un a priori trascendental de toda posibilidad democrática. Perder ese axioma es convertir el espacio del poder en un Estado mafioso.

En todo este embrollo, la calificación de progresista que se atribuyen los nuevos inquisidores choca con sus comportamientos. Sin hacer una hermenéutica histórica, atribuimos hoy al término progresista la defensa de la igualdad social, el crecimiento moral, la garantía de la sanidad y la educación públicas, una mayor sensibilidad contra toda barrera clasista debida a la raza, la nacionalidad, el género o cualquier otra condición. Incluida una mayor tolerancia por la diversidad cultural, y el respeto al medio ambiente.

La confianza en la ciencia y la producción económica exponencial como interpretación ilustrada de la Historia está en crisis en el nuevo progresismo. La sostenibilidad y un cierto dogmatismo ecológico basado en la ciencia, pero a menudo impuesto religiosamente en su nombre, deja dudas entre el progresismo liberal y el dogmatismo de izquierdas. Por eso, un simple cuestionamiento de su hegemonía moral nos sume en múltiples contradicciones. Pongamos algún ejemplo basado en tales parámetros:

– ¿Qué es más progresista, engañar al electorado o comprometerse con la palabra dada a la ciudadanía?

– ¿Qué es más progresista, defender ficciones y derechos históricos para imponer identidades contrarias a la diversidad real de las sociedades o respetar universales de convivencia, como la ciudadanía cívica?

– ¿Qué es más progresista, reducir la realidad a un eslogan (apocalípticos y progresistas) o facilitar a la ciudadanía la complejidad de la realidad con argumentos racionales y pruebas empíricas?

– Congreso de los Diputados. Investidura. Oskar Matute, de Bildu: "Ni nos vencieron ni nos domesticaron". Como si no fuera con Sánchez. ¿Quién es más progresista, quien denuncia a los herederos de ETA o quien erige la investidura sobre sus votos? ¿Quién es el fascista, quien impone a tiros su visión del mundo o quien denuncia los 857 asesinados por ETA, y a sus herederos por negarse a denunciar tales crímenes?

¿Quién es el progresista, quien pacta Gobierno con la derecha más reaccionaria del País Vasco (PNV) y los presos de ERC que quieren desguazar la igualdad de todos los españoles o quienes se oponen?

"Hay que desjudicializar la política", dicen los nacionalistas y asume Pedro Sánchez. ¿Quién es el progresista, quien pretende poner al servicio del egoísmo territorial y la impunidad judicial el destino de España, o quienes defiende la separación de poderes y el cumplimiento de la Ley?

¿Quién es más progresista, la ministra de igualdad, Irene Montero, en cuyo equipo no hay un solo hombre, o quienes consideran la igualdad un principio democrático y no un dogma ideológico de género?

PS. ¿En qué basura de sociedad vivimos? Sapere aude.

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