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Antonio Robles

Mayoría absoluta espuria

El desprecio de Echenique por las ideas de los demás no es tema menor, sino un atentado contra el derecho que tienen sus adversarios políticos a profesar las ideas que mejor les parezca

El desprecio de Echenique por las ideas de los demás no es tema menor, sino un atentado contra el derecho que tienen sus adversarios políticos a profesar las ideas que mejor les parezca
EFE

Con "mayoría absoluta espuria" se refiere el secretario general de Podemos, Pablo Echenique, a millones de votantes españoles representados en el Senado por un partido diferente al suyo. Digámoslo sin tapujos, todos ellos sin excepción son legales y legítimos, como lo es su propio partido, pero su calificación ¡no! Su calificación es propia de una mente totalitaria, una mente incapaz de entender y respetar las reglas de un Estado de Derecho. No sabe distinguir entre la forma de una democracia y su contenido. Confunde el contenido de su ideología, su sentido de lo que es lo bueno o lo malo, con el campo de juego que nos hemos dado todos, es decir, las reglas para conformar las diferencias sin despedazarnos.

Su desprecio por las ideas de los demás no es tema menor, sino un atentado contra el derecho que tienen sus adversarios políticos a profesar las ideas que mejor les parezca, como tiene él derecho a profesar las suyas. Y no sólo eso, si tales exabruptos fueran aislados y proferidos por ciudadanos sin mayor representación, podrían ser filtrados como propios de la ignorancia o intolerancia de ese tanto por ciento de la población que desprecia la democracia, pero en su boca y con su elevado cargo es pedagogía emponzoñada de intolerancia y totalitarismo. Y como tal hay que denunciarla, no dejarla anidar en la subjetividad de sus partidarios.

No son sólo palabras, son acciones que jalean a los propios y los excusa de comportarse como demócratas. Tales actitudes las vemos en la gran política, y en la pequeña de municipios dados a la descalificación, la amenaza y el vocerío. Una práctica del guerracivilismo propia de los años treinta que a partir de la Transición creímos que habíamos superado, pero que en estos últimos tiempos vuelven a resurgir como las malas hierbas en el campo. Esto es previo a las ideologías, hablamos de democracia.

"Estamos razonablemente satisfechos. Hemos conseguido arrancar al Gobierno el compromiso de que se elimine la última palanca del PP en los Presupuestos Generales del Estado, que es la posibilidad de vetar la senda de déficit (...) con una mayoría absoluta espuria que no se corresponde con su fuerza electoral". Así se expresó este diputado de Podemos para deshacerse del adversario político con mayoría en el Senado y colar por la puerta de atrás con un decreto ley la reforma de la ley de estabilidad presupuestaria para que los objetivos de ésta sólo sean votados por el Congreso. Se refería a la mayoría del PP en el Senado que le permitía vetar los objetivos del Gobierno en materia de déficit.

No son sólo palabras, repito, como no fueron sólo palabras cuando la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, minimizó las consecuencias de las declaraciones de Quim Torra realizadas por éste ante la cárcel de Lledoners en defensa de los presos políticos: "No vamos a defendernos, vamos a atacar a un Estado injusto".

¿Qué está pasando en este país? ¿Cómo puede obviar la vicepresidenta del Gobierno esas agresivas palabras contra el Estado, es decir, contra los intereses, contra la soberanía, contra el respeto a todos los ciudadanos españoles, con una actitud propia de Pilatos? "Con una frase no se ataca al Estado".

Son las palabras las que emponzoñan la mente cuando son usadas para pervertir la ley, la ética, la tolerancia, la verdad. El odio no nace de las armas, se engendra antes en las palabras, solivianta el alma de las gentes y al final producen monstruos. No saber atajarlas a tiempo es una grave irresponsabilidad.

"Al principio fue el verbo" (verbo en el sentido del logos griego). Así comenzaba el Evangelio de San Juan. Heidegger llegó a decir en Ser y Tiempo (1929) que "el lenguaje era la casa del ser". Sabía lo que decía, aunque aún no colaboraba cobardemente con el régimen nazi.

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