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Antonio Robles

Quien comparte fines, comprende medios

Otegui no es Mandela, la comparación es aberrante.

La maniobra del nacionalismo al llevar a Otegui al Parlamento catalán para promocionarlo como "hombre de paz" ha provocado indignación en las víctimas y afianzado la soberbia en los verdugos. Extraña manera de representar la paz.

Hay un pasaje de la vida de Nelson Mandela, llevada al cine por Clint Eastwood en Invictus, donde el recién nombrado presidente de la República Sudafricana invita a todos los funcionarios blancos a seguir en sus puestos. Es su primera decisión al tomar posesión de su cargo, un detalle asombroso después de haber sufrido 27 años de prisión por su lucha contra el apartheid. La grandeza de este acto es el preámbulo del fin del odio racial entre blancos y negros y el nacimiento de una nación de hombres libres e iguales. Merece la pena visionar el gesto en estos dos minutos de Invictus.

Viene a cuento esta referencia de uno de los hombres más ejemplares del s. XX porque nuestros nacionalistas han tenido la desvergüenza de comparar a Arnaldo Otegui con Mandela, incluso de llamarle el Nelson Mandela del s. XXI. La sola insinuación provoca náuseas, pero sobre todo insulta a la inteligencia.

Nelson Mandela, como el resto de los negros, sufrió el apartheid, la forma de racismo más denigrante, pues la discriminación está amparada por las leyes del propio Estado. En este caso, de un Estado dictatorial controlado exclusivamente por blancos. Y cuando todo el mundo esperaba que sus primeras medidas fueran barrer del mapa a sus torturadores, les invita a trabajar por una nación de ciudadanos sin diferencia de lengua, color o cualquier otra circunstancia. ¿Qué tiene que ver Otegui con esa grandeza humana que pone en el perdón a sus verdugos una oportunidad para la paz? ¡Nada!

Nelson Mandela fue víctima, Arnaldo Otegui verdugo; Mandela sufrió cárcel por su oposición a un régimen de opresión y racismo opuesto a la democracia; Otegui pasó por ella por colaborar con banda armada en contra de un Estado democrático; Mandela llegó al poder para fundir en una nación a todos los sudafricanos, Otegui pretende el poder para romper una nación de ciudadanos libres e iguales; Mandela aceptó las muestras de arrepentimiento de sus verdugos y reprimió los instintos de venganza de sus partidarios para superar el trauma del pasado; Otegui es incapaz de aceptar el mal infligido por ETA, se niega a pedir perdón por los crímenes cometidos y ve como fuerzas de un Estado opresor a sus víctimas; Mandela buscó la reconciliación, Otegui la ruptura; para Mandela los errores del pasado debían servir para construir el presente; para Otegui, los errores del pasado sólo son la oportunidad de buscar estrategias más eficaces para lograr idénticos objetivos no logrados por medio del terrorismo. No hay nada en él que recuerde la actitud de culpabilidad y de vergüenza de los blancos ante las humillaciones infinitas infligidas a sus hermanos negros. La derrota blanca en la urnas se completó con la asunción de su pasado infame. Su derrota ante todo era moral, y así la tomaron. No trataron de dar lecciones morales a sus víctimas, sino de asumir su culpa. ¿Dónde está el reconocimiento de Otegui del pasado infame de ETA? En el mejor de los casos reconoce que la vía de la violencia es un error para conseguir sus fines secesionistas y supremacistas. Por eso, admira "la revolució dels somriures" de sus homólogos catalanistas. Al fin ha comprendido que los verdaderos procesos de opresión son los que aplastan las conciencias, se apoderan de las mentes y ponen a tu servicio la voluntad de las personas. Desde luego, el nacionalismo catalán es un verdadero maestro en ello. Aquí los fanáticos son muy educados. Pero igualmente excluyentes y violentos. ¿O acaso violentar la ley no es violencia?

No se rompan la cabeza buscando explicaciones a cosas sencillas: la presidenta del Parlamento, Carme Forcadell, recibe a los verdugos y humilla a las víctimas; la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, expulsa al Ejército constitucional de un espacio educativo mientras facilita la entrada a expistoleros de ETA. Quien comparte fines, comprende medios. O tiende a comprenderlos; es humano sentir mayor cercanía con los próximos, pero siendo una tendencia emocional instintiva, las instituciones democráticas no se pueden permitir tal obscenidad cuando el cercano no es ejemplo alguno para la humanidad.

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