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Carmelo Jordá

El sacrificio de Mariano

No, Mariano, lo cierto es que, por mucho que lamentes tu desdicha, no nos das demasiada pena.

El presidente Rajoy lleva años lamentándose de lo dura e ingrata que es la tarea de gobernar: que si es el momento más difícil, que si es un esfuerzo sobrehumano, que si han tenido que tomar decisiones que a nadie le gusta tomar… Un infierno, vamos.

Es curioso porque, aunque es verdad que muchos españoles votaron por Rajoy hace casi cuatro años –muchísimos, si lo comparamos con los que están dispuestos a votarle ahora–, no recuerdo manifestaciones masivas pidiéndole que se presentara; ni que los ciudadanos recorriesen las calles de Madrid y otras ciudades procesionando su efigie; ni que las masas suplicasen a las puertas de Génova, envueltas en ceniza y llanto, que Mariano decidiese ser cabeza de lista.

Resumiendo, Rajoy se ha presentado porque ha querido, y, de hecho, tuvo ocasiones idóneas para pensárselo: en 2004, cuando perdió unas elecciones que tenía ganadas y, sobre todo, en 2008, cuando logró una derrota digna que le habría permitido dejar el PP con honores, favorecer –incluso controlar en parte– un cambio en el partido y ser recordado como un gran líder que nunca llegó a la presidencia… y no como el peor presidente de centroderecha de la historia de España, que es como va a pasar a la historia después de esta dramática y desastrosa legislatura.

Pero no, Rajoy decidió seguir, expulsó a liberales y conservadores del PP, observó cómo Zapatero seguía destrozando el país, lo fio todo a la economía sin contar con los mejores expertos en economía que tenía en el partido –como Manuel Pizarro– y, finalmente, ganó por goleada unas elecciones en las que no tenía rival. Sin embargo, ha sido llegar a La Moncloa y empezar un sufrimiento que ni en un anuncio de ungüento contra las hemorroides. Sinceramente, no sabemos si le sale a cuenta.

Sin embargo, quizá les sorprenda, pero uno diría que los que de verdad hemos sufrido hemos sido los ciudadanos del común, que hemos pasado años padeciendo por no tener trabajo o por la posibilidad de perderlo, que hemos visto a Bolinaga y a otra pandilla de asesinos salir tan campantes de la cárcel, que seguimos viendo cómo la Justicia no es sino una extensión de la política y, muy especialmente, que hemos sido crujidos a impuestos para que Rajoy y los suyos –decenas de miles– hayan podido mantener durante este tiempo un nivel de vida bastante por encima de la media.

Y si esto hemos sufrido todos, no quiero ni pensar lo que habrán pasado los votantes del PP, que a todo lo anterior habrán unido la sensación de sentirse engañados, estafados, despreciados y, en no pocas ocasiones, insultados.

No, Mariano, lo cierto es que, por mucho que lamentes tu desdicha, no nos das demasiada pena, además de que tienes muy fácil dejar de sufrir… y aliviar también nuestra carga. Acaba ya con esta lenta agonía que por lo visto es tuya y sin duda es nuestra.

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