Tomás Gómez es uno de los peores políticos que he conocido nunca. Siento empezar el artículo con una frase tan dura, pero es que allí donde miro en la carrera del que fuera alcalde de Parla no veo más que llanto y crujir de dientes.
Fue el alcalde más votado de toda España, ahí es nada, pero lo logró de una forma tan cortoplacista y tan irresponsable que aquello sólo podía ser flor de un día: cualquiera puede gestionar sin pagar las facturas si tiene un rostro lo suficientemente marmóreo… y consigue escapar a la acción de la Justicia.
Después de dejar el ayuntamiento de su ciudad como unos auténticos zorros, Gómez puso sus ojos en el Partido Socialista de Madrid, una pequeña casa de locos en la que llevaban años de guerras internas, batallas de crueldad sorda que cristalizaron de forma gloriosa en el famoso Tamayazo –por cierto, cuánta prosperidad debe Madrid a aquel chusco incidente–.
Pero en lugar de calmar las aguas, Gómez y los socialistas madrileños han seguido todo este tiempo más o menos a la gresca y, sobre todo, dándose de bruces una y otra vez contra Esperanza Aguirre y una realidad: su propia incompetencia. Porque Tomás Gómez no sólo ha sido un candidato malísimo: ha sido también mal parlamentario, pésimo gestor, nefasto en su relación con los medios –no hay periodista que no lo odie o desprecie–; y, sobre todo, ha sido una auténtica trituradora que ha acabado con cualquier brizna de talento entre los suyos.
Y así está ahora un PSM que, con la excepción del abrasado Carmona –un poco irreflexivo en sus apuestas personales pero un candidato con cierto empaque y, oh milagro en el PSOE, un hombre nada sectario–, no encuentras un político que merezca tal nombre ni buscándolo con microscopio.
Todo este inmenso follón, que por otra parte se veía venir, no pasaría de ser un tema local si no ocurriese en Madrid, que es la comunidad central de este país y no sólo por su ubicación geográfica. Y además parece que Pedro Sánchez ha decidido aprovechar la ocasión para demostrar que el PSOE es hoy por hoy un partido con un equipo titular bastante lamentable… y un banquillo para echarse a llorar: ¿a alguien se le ocurre un candidato peor que Ángel Gabilondo? ¿Es posible encontrar a una persona con menos carisma, menos dotes políticas, menos capacidad para echarse a la espalda un campaña?
Si se confirma lo de Gabilondo, el PSM va a pasar de tener un candidato nefasto a tener uno infernal. El PSOE, por su parte, pasará de ser un partido en horas bajas a ser uno en liquidación. Será una buena noticia si su espacio no lo acaban ocupando los bolcheviques universitario-chavistas, pero mucho nos tememos que se las están poniendo como a Fernando VII, es decir, a huevo.
Será el último gran éxito de Gómez el Destructor: demostrar que se puede ser tóxico hasta para irse y, al contrario que el Cid, hacer perder a los propios incluso después de muerto.