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Cayetano González

Gracias, Rajoy, gracias

Ha tenido que suceder lo que ha sucedido para que Rajoy se enterara de que las izquierdas y los nacionalistas pactarán siempre que puedan.

Estaba plácidamente, es un decir, viendo el pasado sábado el canal 24 Horas de TVE cuando a media mañana empezó a salir un rótulo en la parte inferior de la pantalla que decía: "Rajoy sigue desde La Moncloa la constitución de los ayuntamientos, en contacto con el PP". Esta noticia, de una trascendencia histórica, se repetía de forma machacona cada cinco minutos.

Me imaginé al presidente del Gobierno no en su despacho oficial sino en las dependencias de la zona privada del Palacio de La Moncloa, con un teléfono inalámbrico al lado, quizás también con un móvil y posiblemente con un cuaderno en el que iría consignando lo que Floriano y Arenas desde la sede del PP de la calle Génova le iban transmitiendo: "Presidente, toma nota: Madrid, hundido; Valencia, hundido; Sevilla, hundido; Almería, agua; León, agua; Valladolid, hundido; Vitoria, hundido; Murcia, anoche estaba hundido pero a último hora, agua; La Coruña, hundido; Málaga, agua; Santiago de Compostela, hundido; y así hasta que Rajoy se debió de cansar y pidió a sus interlocutores que le mandaran un resumen de lo sucedido a media tarde, cosa que hicieron con un disgusto de última hora para el presidente: Oviedo, hundido; y una pésima noticia para todos los españoles de bien: Pamplona, Bildu-ETA.

En ese manejo magistral de los tiempos que los más marianistas predican de su jefe, habrá que recordar lo que dijo Rajoy al día siguiente de las elecciones municipales y autonómicas del 24-M, cuando se apareció en carne mortal, no a través del plasma, en la sala de prensa de la sede del PP de la calle Génova:

Hemos ganado las elecciones porque hemos sido el partido más votado en toda España.

El pasado sábado, repanchingado en su sofá de La Moncloa, Rajoy tuvo que hacer frente a la cruda realidad: el PP había perdido una parte muy importante del poder municipal que consiguió hace cuatro años. Y en pocas semanas pasará lo mismo en comunidades autónomas que han estado gobernadas por los populares y que pasarán a manos del PSOE merced a los pactos con Podemos. Ese será el caso de Castilla-La Mancha, Aragón, Baleares, Extremadura y Valencia, en este último caso con el apoyo añadido de Compromís.

Ha tenido que suceder lo que ha sucedido para que Rajoy se enterara de que las izquierdas y si son necesarios los nacionalistas de todo signo pactarán siempre que puedan para echar a la derecha del poder. Lo han hecho ahora en los ayuntamientos, lo harán en las próximas semanas en las comunidades autónomas y volverán a repetir esos pactos tras las generales.

Es el momento, por tanto, de agradecer a Rajoy que en un tiempo récord –tres años y medio– haya conseguido destruir al PP y con ello facilitar el acceso al poder de las coaliciones de izquierda. Una destrucción que ha sido posible, fundamentalmente, por la renuncia expresa del presidente a hacer política, a defender el proyecto político e ideológico que hizo del PP el partido referente del centro-derecha: la defensa de la Nación, de la libertad individual, de la vida, de las víctimas del terrorismo.

Hay que agradecerle también que en comunidades tan importantes para la España constitucional como Cataluña, País Vasco y Navarra el PP sea un partido absolutamente residual, sin ninguna capacidad de influir ni de condicionar la formación de ningún Gobierno. Y qué decir en la Comunidad Valenciana, donde el partido de Rajoy necesita nacer de nuevo tras quedar arrasado por la corrupción.

Hay que agradecerle que, por su inacción, por su pasividad, por su conformidad con la ruta que le señaló Zapatero en este terreno, una de las marcas de ETA, EH-Bildu, haya conseguido gobernar en el Ayuntamiento de Pamplona y en otros 110 ayuntamientos más del País Vasco y de Navarra, donde ha conseguido un total de 1.195 concejales.

En los próximos días u horas, Rajoy tiene previsto anunciar cambios en su Gobierno y en la dirección de su partido. Como si los problemas y la enfermedad que afectan al PP se resolvieran con un nuevo portavoz en La Moncloa que tenga un tono menos suficiente a la hora de comunicar que Soraya, o con una cara amable en Génova que mejore, no es nada difícil por otra parte, al tosco Floriano.

El único cambio de verdadero calado sería el anuncio de Rajoy de que decide dar un paso atrás y no repetir como candidato de su partido a la Presidencia del Gobierno, dejando paso a otro. Y ni aun así tendría garantizado el PP ganar las elecciones generales con un resultado que le permitiera formar gobierno. Lo que sí parece seguro es que, con Rajoy de candidato, el PP seguirá de victoria en victoria –europeas, andaluzas, municipales– hasta la derrota final.

En España

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