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Cayetano González

Relativismo en estado puro

¿Cuál sería el mejor instrumento para desatascar la situación? Sin ningún género de duda, la convocatoria inmediata de unas elecciones generales.

No recuerdo un periodo de nuestra historia reciente en el que los gobernantes hayan tenido que echar tanto mano, como está pasando con este Gobierno, de medias verdades, de la manipulación del lenguaje, de la negación de lo que antes proclamaban, para intentar justificar ante la opinión pública sus desatinos, rectificaciones o meteduras de pata. Solamente algunos episodios de la nefasta etapa de Zapatero podrían compararse con lo que está haciendo ahora este Ejecutivo.

En la última semana el tema estrella ha sido la tesis doctoral del presidente del Gobierno, pero la lista es mucho más amplia: va desde la ya exministra de Sanidad, Carmen Montón, y su trabajo de fin de máster hasta la marcha atrás en la no venta de bombas a Arabia Saudí bajo el peregrino argumento de que son "láser de alta precisión y no se van a equivocar matando a yemeníes", pasando por las declaraciones del ministro Borrell diciendo que Cataluña es una nación y que él preferiría que los políticos que están presos por causa del golpe secesionista estuvieran en la calle.

¿Cómo se puede calificar esta pauta de conducta? De una forma muy sencilla: relativismo puro y duro. Se cuestiona directamente el sentido y el significado de la verdad; es decir, se miente sin ningún rubor e incluso se llega a poner como ejemplo a quien eso hace. Es lo que sucedió con la exministra Montón. Esta señora dice públicamente que no cometió irregularidades en la obtención de su máster y a las pocas horas se demuestra que ha plagiado casi el 53% del trabajo que tuvo que hacer para terminarlo. Pillada en esa mentira, no tiene otro remedio que dimitir, pero la cada día más patética portavoz del Gobierno manifiesta en rueda de prensa que la exministra es una persona e-j-e-m-p-l-a-r. Habría que preguntarse y preguntarle a la señora Celaá: ¿ejemplar para quién?; ¿para los miles de universitarios que no utilizan esos métodos de plagio para la realización de sus trabajos académicos?

De relativismo puro y duro puede calificarse también lo del ministro de Exteriores sobre Cataluña. El que fuera presentado no hace tanto tiempo como el paradigma del constitucionalismo en su tierra se descuelga ahora en la BBC diciendo que Cataluña es una nación y que preferiría que los políticos que están presos por intentar dar un golpe de Estado en aquella comunidad autónoma estuvieran en la calle. Al menos sería conveniente que algunos movimientos cívicos que defienden el constitucionalismo en Cataluña tomaran buena nota para que no volvieran a invitar a hablar en sus actos a personas que tienen unos principios tan volátiles.

Pero el relativismo de este Gobierno lo encarna mejor que nadie su presidente. La entrevista de este domingo en La Sexta está plagada de ejemplos. El más llamativo pudo ser el que no reconociera ninguna de las más de quince rectificaciones que él o su Ejecutivo han tenido que hacer en estos cien días escasos que llevan en el poder. Se conforma con escudarse en que sólo tiene 84 diputados –algo que sabía todo el mundo cuando presentó la moción de censura– o en que como presidente no puede hablar de ciertos asuntos, aunque sí lo hagan sus ministros, como en el caso de los políticos catalanes presos, con lo cual está sugiriendo que comparte la opinión de que sería mejor que los políticos catalanes actualmente en prisión estuvieran en libertad.

Todo este ambiente bastante cargado, debido a un Gobierno claramente incompetente, lo que produce es hastío en la ciudadanía. ¿Cuál sería el mejor instrumento para desatascar la situación? Sin ningún género de duda, la convocatoria inmediata de unas elecciones generales, para que sean los ciudadanos los que puedan pronunciarse en las urnas sobre el actual estado de cosas. ¿Las convocará Sánchez? Me temo que intentará aguantar todo lo que pueda –al menos hasta junio de 2020– en la Moncloa, aunque para ello tenga que seguir tirando de relativismo todo lo que haga falta.

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