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Cayetano González

Y solo llevan dos semanas

El ritmo que lleva este Gobierno social-comunista de abrir frentes, generar conflictos, enredarse con asuntos varios es espectacular.

El ritmo que lleva este Gobierno social-comunista de abrir frentes, generar conflictos, enredarse con asuntos varios es espectacular. Hace sólo dos semanas que el pobladísimo Ejecutivo presidido por Sánchez echó a andar, y la lista de despropósitos empieza a ser ya interminable.

Un mero enunciado de los mismos, que no pretende ser exhaustivo, da una idea exacta de lo que nos espera con este desgobierno. La cosa empezó con el nombramiento de la exministra de Justicia como fiscal general del Estado; siguió con la afirmación de la ministra de Educación de que "los hijos no son de los padres"; continuó con el anuncio del presidente de una reforma del Código Penal para rebajar el delito de sedición, en un evidente guiño a sus socios independentistas catalanes. No hay que olvidar tampoco el empeño de Sánchez en tener una entrevista con Torra, a pesar de estar este inhabilitado. La decisión del Parlamento de Cataluña de retirarle su acta de diputado, para no incurrir en desobediencia al Tribunal Supremo, es lo que puede provocar que ese encuentro no llegue a celebrarse.

Pero el corolario de toda esta serie de disparates ha tenido lugar en los últimos días, con una doble derivada: el feo del presidente del Gobierno al negarse a recibir al presidente legítimo de Venezuela, Juan Guaidó, y el esperpéntico episodio protagonizado por el número tres del PSOE y ministro de Transportes, José Luis Ábalos, con su encuentro, cita, saludo, despacho, reunión o lo que fuera, en el aeropuerto de Barajas, con la número dos del régimen de Maduro, Delcy Rodríguez.

Siendo grave el hecho de que esta señora permaneciera unas horas en una pista del citado aeropuerto, lo es mucho más la impresión de que el ministro mintió, al negar primero los hechos, al dar después distintas versiones, al decir que lo que hizo fue porque se lo pidió el ministro de Interior… para llegar a concluir –idea hecha suya por Sánchez– que con su actuación prestó un gran servicio a España al evitar un incidente diplomático. Además, ahora queda por aclarar si la intención última de la número dos de Maduro era reunirse en Madrid con Pablo Iglesias e incluso con Sánchez, según informaciones de periodistas venezolanos, lo cual sería de una enorme gravedad.

En fin, el episodio Ábalos ha sido un cúmulo de medias verdades que en el fondo y en la forma son medias mentiras, y si fuéramos un país serio este miembro del Gobierno estaría ya en su casa, por mucho que con un estilo chulesco dijera el pasado sábado que a él no le echa nadie y que ha venido a la política para quedarse. ¿Está seguro Ábalos de la solidez de ambas afirmaciones? Porque torres mayores se han visto caer, también en el PSOE.

Intentando sacar algo positivo de esta situación, cabe pensar que algunos, no sé cuántos, de los que votaron al PSOE el 10-N caigan en la cuenta de la deriva en la que ha entrado este partido desde que Sánchez se hizo con la Secretaría General y hagan el propósito de no volver a votarle. También cabe pensar que el descrédito, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, en el que ya está inmerso este Gobierno le vaya pasando factura y erosionando seriamente. Pero el lado menos positivo es que todo lo que estamos viendo y viviendo en estas dos semanas, y lo que nos queda por ver y vivir en los próximos meses, también erosionará y mucho a España y a los españoles.

También hay que esperar que la oposición entienda que estamos en una situación de suma gravedad, ante la que hay que reaccionar de forma conjunta y a ser posible unida, dejando al margen intereses partidistas y cortoplacistas. Las elecciones vascas, gallegas y seguramente también las catalanas están a la vuelta de la esquina. Tres escenarios que requieren del entendimiento del centro-derecha.

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