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Cristina Losada

Comunicado 061

A primera vista, parecía redactado por el becario de turno en el Ministerio. Pero resultó que el becario de turno era Pedro Sánchez.

A primera vista, parecía redactado por el becario de turno en el Ministerio. Pero resultó que el becario de turno era Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez. | EFE

Al presidente Sánchez le preguntaron, en una entrevista en Telecinco, si Cuba es una democracia o una dictadura. Lo primero que respondió fue: "¡Ese es el debate!". ¿Qué debate? No hay ningún debate. En Cuba no hay elecciones libres, no hay un sistema pluralista de partidos, no se respetan los derechos humanos y las libertades fundamentales, no hay libertad de prensa y, como vuelve a ocurrir ahora mismo, sistemáticamente se persigue, detiene y encarcela a los disidentes. No hay ninguna duda, en ninguna parte democrática, de qué clase de régimen político es el que mantienen, a golpe de represión, los sucesores de Fidel Castro. Ni en Podemos tienen dudas. Sencillamente defienden el modelo dictatorial comunista. Como ahora ya no sale a cuenta propugnar abiertamente la dictadura, como sí hacía antaño el comunismo, llaman "democracia" a la dictadura y le ponen el apellido "socialista".

Los servicios auxiliares del Gobierno han ido corriendo a la hemeroteca para demostrar que ningún presidente del Gobierno del Partido Popular ha calificado a Cuba de dictadura mientras estaba en el cargo. Podría ser. Los Gobiernos modulan, como suele decirse, sus expresiones y tratan a ciertas dictaduras, por determinadas razones, con algo más de guante blanco del que deberían. Pero el debate no es ése. El debate debe ser y es sobre la posición que ha adoptado el Gobierno de España ante las protestas populares que han estallado contra la dictadura en distintos lugares de Cuba. Ha sido una posición verdaderamente indigna de una democracia. Tanto el Ministerio de Exteriores como el propio Sánchez han presentado las protestas en Cuba de tal manera que sus causas resultan ser ajenas al régimen político que sufren los cubanos. De ese modo, el Gobierno de España evita decir algo en contra de la dictadura cubana, que es lo que pretendía.

El comunicado 061 del Ministerio de Exteriores, publicado en la mañana del 13 de julio, no se atrevía siquiera a decir qué estaba pasando en la isla. Ni protestas ni manifestaciones: eran los "acontecimientos registrados el lunes". Se trataba de "una crisis en la que confluyen varios elementos". Ninguno de los elementos tenía que ver con el régimen existente. El comunicado 061 desviaba la cuestión hacia la pandemia y la caída del turismo. Mostraba preocupación por "la grave carestía". Cosas malas que pasan en cualquier sitio. Y el único derecho que osaba pedir que se respetara era el de manifestación. Hasta ahí. Ni uno más hace falta.

A primera vista, el comunicado 061 parecía redactado por el becario de turno en el Ministerio, aleccionado para que la toma de posición no trasluciera ni una señal de apoyo a los cubanos que protestan ni una señal de rechazo a la dictadura. Pero resultó que el becario de turno era Pedro Sánchez. Porque el presidente repitió, casi punto por punto, el comunicado 061 en la entrevista.

De la posición del Gobierno sobre los acontecimientos en Cuba se desprende que la libertad, la democracia y los derechos –salvo, quizá, el de manifestación– no importan ni poco ni mucho. Y que a una dictadura –o no democracia– lo único que hay que pedirle es que sea eficiente en el manejo de la economía y, ahora, de la pandemia. Hagan como China, le han venido a decir a la dictadura cubana. Pueden perseguir a los disidentes, tener censura, policía política y matones a sueldo, pero si consiguen que la gente tenga para comer, nosotros, socialistas de un país europeo, no vamos a decir nada que pueda molestarles. Precioso.

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