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Cristina Losada

¿Dónde está nuestro Gordon Brown?

En un vibrante discurso en vísperas del referéndum escocés, Brown dijo y repitió que el valor de la unidad era superior al de la separación.

Una vez que el Tribunal Constitucional ha suspendido la ley de consultas promulgada por el gobierno catalán y la convocatoria de referéndum que decretó a su amparo, la pelota está en el tejado de Artur Mas. Yo no lo creo así, pero eso será, me temo, lo que piensen los tacticistas, los que ven este prolongado asalto a la ciudadela democrática y constitucional como un juego de toma y daca entre un Mas que tira de la cuerda, pero sin romperla por la cuenta que le trae, y un Gobierno que dispone de los instrumentos necesarios para impedir que el tirón se desmande.

El problema es que la pelota, la que nos importa, no está en el tejado de Mas. Está en el tejado de todos los ciudadanos españoles y es, en realidad, el tejado de todos los españoles, representados aquí y ahora por el Gobierno. Un Gobierno cuya política de estricta contención del desafío secesionista ha sido insuficiente. Ahí lleva razón el PSOE, aunque no la lleve en nada más. Los socialistas han sido parte del problema. Parte activa hasta el punto de que el PSC votó a favor de la ley de consultas en el parlamento catalán. Votó tan a sabiendas de que se vulneraba la Constitución como consciente de que era el truco del almendruco para darle un barniz legal a la convocatoria. Los de Iceta se prestaron a una de las astucias de Mas con el mismo lamentable espíritu tacticista: lanzar la pelota al tejado ajeno.

El presidente Rajoy hizo una buena intervención tras el Consejo de Ministros extraordinario. Pronunció un discurso que hubiera sido casi perfecto hace dos años y pico. Porque han sido dos años de práctica ausencia de argumentos que se extendieran más allá del recordatorio legal, y un vacío que el secesionismo aprovechó a conciencia. El presidente ha dicho ahora que la consulta no sólo es ilegal, sino también antidemocrática: que pretende privar a los españoles del derecho a decidir lo que es su país; que sustrae a los demás el derecho que reclama en exclusiva para algunos; que atenta gravemente, en fin, contra los derechos de todos los ciudadanos. ¿Por qué ha esperado tanto el presidente para exponer lo ilegítimo de una consulta cuyos promotores vendieron, y con gran éxito, como la pura expresión de la democracia? Ah, la contención.

En todo este tiempo de largo asedio, el Gobierno se ha dirigido una y otra vez a Mas para recordarle que no podía vulnerar la ley y que haría que la ley se cumpliera. Sin embargo, fue incapaz de dirigirse a los ciudadanos, a los ciudadanos de Cataluña especialmente, pero a todos en general, para hablar de la causa que protege la ley: la causa de la unidad. En un vibrante discurso en vísperas del referéndum escocés, Gordon Brown dijo y repitió que el valor de la causa de la unidad era superior al de la separación. Frente al egoísmo insolidario del separatismo, el dirigente laborista mostró el sentido moral de la unión y la cooperación. En lugar de ceñirse al lenguaje tecnocrático con el que se había respondido al cuento de hadas independentista, reavivó la trama de afectos compartidos. Y todo esto, que no es la inflamación patriótica del nacionalista, nos ha faltado. Hay gran interés por conocer las hojas de ruta de Mas y Rajoy, pero eso no es más que ping pong. A mí lo que me interesa saber es dónde está nuestro Gordon Brown.

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