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Cristina Losada

Giorgia Meloni, el presidente

¿Que el presidente era siempre un hombre? Ahora es una mujer. Con el pronombre de antes. Es provocador. Pero el feminismo contemporáneo manca finezza.

¿Que el presidente era siempre un hombre? Ahora es una mujer. Con el pronombre de antes. Es provocador. Pero el feminismo contemporáneo manca finezza.
Meloni, junto a Tajani, en Senado italiano. EFE/EPA/RICCARDO ANTIMIANI | EFE

La batalla de los pronombres es la batalla cultural de este tiempo y Giorgia Meloni ha entrado en ella armada de un pronombre, el masculino singular. Siempre que todavía se llame así el pronombre y que llamarlo de ese modo no infrinja ninguna ley de las últimas. Meloni, como se ha hecho saber, quiere que su cargo se denomine "el presidente del Consejo de Ministros" y no la presidenta. Esta decisión suya ha causado el tumulto previsible entre los inclusivos, que son los del lenguaje despiezado por géneros gramaticales existentes o inventados, como ese terminado en "e" que usa Irene Montero. "Niños, niñas y niñes" es una de sus locuciones favoritas. El asalto a los cielos se hará sin hombres, pero con muchos pronombres.

Entre todas las críticas que ha recibido la opción elegida por el nuevo presidente del Consejo, interesa la de una dirigente del partido Democrático que le reprocha que siendo la primera mujer que ocupa el cargo, no quiera reivindicarse como tal usando el femenino. Y decía: "¿Afirmar lo femenino es demasiado para Hermanos de Italia, un partido que ya olvida a las hermanas en su nombre?". Perdone la de la partida Democrática, pero no olvida a las hermanas, sino que las incluye. Lo más inclusivo, precisamente, es el uso genérico del masculino gramatical, que engloba —e incluye por tanto— tanto a ellos como a ellas. La lengua había llegado, por su cuenta, quizá por economía, a una gran expresión de igualdad. Ahora están en liquidarla, porque es la igualdad lo que están liquidando..

A Meloni, por ser quien es, se le reprocha que haga uso de la libertad para elegir pronombre que hoy está en boga. Cierto que esa nueva libertad es una libertad condicionada. Sólo la tiene quien vaya al registro y declare que no es hombre, sino mujer o al revés. No es tan libre la cosa. Pero el presidente del Consejo italiano no piensa hacer ningún cambio de sexo. Se declara y hasta se proclama mujer, pronunciamiento que parece redundante, pero está lejos de serlo. La líder de Hermanos de Italia se proclama mujer para marcar la diferencia con los del género como constructo cultural. En realidad, para marcar la diferencia con lo del género. El único género que conoce y reconoce es el gramatical. Meloni vuelve a la tradición y lo hace como posicionamiento político e ideológico.

Si el feminismo no estuviera tan atrofiado por los dogmas podría ver la opción de Meloni de otra manera. No como una falta de vindicación de la mujer, sino como una forma de arrebatar la primacía al hombre hasta en el nombre del cargo. ¿Que el presidente era siempre un hombre? Pues ya no: ahora es una mujer. Con el mismísimo pronombre de antes. Es provocador. Pero el feminismo contemporáneo manca finezza.

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