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Cristina Losada

La coartada del cambio climático

Fernández Vara y Sánchez han dado con el chivo expiatorio perfecto para los incendios. Siempre, claro está, que ocurran en territorios del partido.

Fernández Vara y Sánchez han dado con el chivo expiatorio perfecto para los incendios. Siempre, claro está, que ocurran en territorios del partido.
Incendio en Cáceres. | EFE

En 2006, hace una eternidad, hubo en agosto una oleada de incendios en Galicia como no se recordaba. Y ya es decir. En los veranos gallegos, algunas décadas atrás, eran recurrentes las columnas de humo y el olor a quemado. Pero aquel año el fuego se extendió con rapidez extraordinaria por zonas que se suponían a salvo. El paisaje gallego, visto desde la autopista entre Vigo y La Coruña, era el paisaje atormentado de Mordor. Yo lo vi cuando aún humeaban los montículos, rodeados de tierra calcinada. La diferencia con años anteriores no sólo estaba en la magnitud y ubicación de los incendios. Era que en el gobierno autonómico, en lugar del sempiterno PP, se estrenaban el progresismo del PSOE y el nacionalismo del Bloque.

Fue una diferencia providencial. Porque aquella diferencia permitió que miembros del Gobierno Zapatero y escritores de raigambre progresista culparan de los voraces incendios a una "trama criminal organizada", cuyos cerebros eran gentes que llevaban mal, con mucho rencor y mala uva, que el voto de los gallegos les hubiera quitado, por fin, la presidencia de la Xunta a los del Prestige, la guerra de Irak y tantas otras catástrofes. No digo Irak por azar. Se puso negro sobre blanco que los incendiarios eran una guerrilla, tenían una estrategia bélica y querían convertir a Galicia en un Irak insurgente. Todo para sabotear a los buenos de Touriño y Quintana.

Once años después de la trama criminal de los rencorosos, una grave oleada de incendios sorprendió a Galicia en el mes de octubre. En un episodio de calor y sequedad extremos, las llamas saltaron de Portugal y llegaron a cercar ciudades como Vigo, que vivió una noche de vigilia con sus calles tomadas por el humo y una multiplicidad de focos en el propio casco urbano. En 2017 estaba nuevamente el PP en el gobierno autonómico. No se le pudo echar la culpa al rencor derechista, pero se iba a encontrar, cómo no, a otro culpable. "Galicia no arde. A Galicia la queman", dijo Núñez Feijóo, que no hablaba de los pirómanos habituales. Hablaba de una "actividad incendiaria homicida" y acusó a un "terrorismo incendiario" cuya existencia no se pudo probar, ni por asomo, en las investigaciones que se hicieron.

Con estos precedentes —habrá otros— hay que concluir que, dentro de lo malo, el presidente extremeño Fernández Vara ha tenido suerte. Ha tenido suerte porque no le ha hecho falta inventarse guerrillas incendiarias, tramas criminales ni terroristas del mechero para evadir responsabilidades. Ahora los Gobiernos, cuando hay incendios voraces, disponen de una coartada imbatible. Si no quieren reconocer que el fuego se ha extendido porque han fallado en la prevención, pueden culpar tranquilamente al cambio climático. Ni abandono, ni falta de limpieza del monte, ni descuido, ni ausencia de recursos: el cambio climático. Nadie les pedirá pruebas. Fernández Vara y Sánchez han dado con el chivo expiatorio perfecto para los incendios que hay y para los que vengan. Siempre, claro está, que ocurran en territorios del partido.

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