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Cristina Losada

¿Pero hay una estrategia?

Sabiendo que si las cosas se ponen muy mal se puede volver al confinamiento general y riguroso, no diseñan estrategias de contención más eficientes.

Cuando Suecia fue un posible modelo para lidiar con la epidemia y, por tanto, antes de que dejara de serlo, tuvieron difusión algunas de las ideas que estaban en el trasfondo de su estrategia. Una de ellas resultaba interesante, por lo diferente. Sostenían que lo difícil no era imponer un confinamiento, sino salir del confinamiento. Por eso veían contraproducente hacerlo: por lo problemático de la salida.

La reflexión es útil para recapitular lo sucedido en España desde poco después de que se levantaran las restricciones. Los rebrotes del verano suelen achacarse a que el desconfinamiento se hizo con demasiada rapidez. Pero hay que considerar otra hipótesis: la hipótesis del éxito. El buen resultado del confinamiento estricto ha podido tener un negativo efecto colateral. Además del económico.

La hipótesis es que aquel éxito en la contención de la epidemia, después del gran descontrol, ha inducido a las autoridades sanitarias y políticas al relajamiento. Sabiendo que si las cosas se ponen muy mal se puede volver al confinamiento general y riguroso, no diseñan estrategias de contención más eficientes. Tienden a la rutina y a innovar lo menos posible, a pesar de lo crítico de la situación, porque disponen de una especie de seguro a todo riesgo, un último recurso cuando todo falla, el santo remedio que se ha probado y funciona. Aunque tenga, y lo saben, costes altísimos.

No hay excusa para esa falta de innovación, cuando expertos y científicos están traduciendo los nuevos conocimientos sobre el virus a medidas de contención más eficaces y, sobre todo, más eficientes: conseguir resultados con menor intervención. Se han publicado propuestas interesantes de médicos y científicos españoles, pero la más innovadora es la que procede de Alemania, del virólogo especializado en coronavirus Christian Drosten. Parte de una realidad inapelable, de una limitación con la que hay que contar: es imposible controlar las cuarentenas de todos los contactos y romper todas las cadenas de transmisión individuales cuando proliferan los casos. En modo crisis, hay que elegir y priorizar.

Para Drosten, que se inspira en la estrategia japonesa, el elemento clave, donde crece exponencialmente la epidemia, son los clústers. Se trata de definirlos y buscarlos para aislar a sus miembros de inmediato, sin testado previo. De su propuesta se difundió en los medios españoles sólo la idea de reducir a cinco días el confinamiento, tal vez para avalar la decisión de acortarlo también aquí. Pero se trata de un conjunto de medidas que sólo pueden funcionar si se aplican todas a la vez. Es, en fin, un plan, el bosquejo de una estrategia destinada a evitar que se tenga que recurrir de nuevo al confinamiento total.

En nuestro país no se ve ni percibe un plan, menos aún un plan innovador, a escala nacional. Sigue el intento de detección precoz y rastreo de todos los casos, que resulta tantas veces fallido, por unas u otras causas. Pero va a haber que desengañarse. Pronto estaremos, si no estamos ya, fuera de los límites controlables mediante esos procedimientos. Hay que dar un golpe de timón. Lo contrario al dejarse llevar imperante.

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