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Cristina Losada

Suprimir la Generalitat, ¿sería un asunto interno?

Me da que si se decidiera, que no se decidirá, suspender o suprimir la autonomía catalana no dirían que es un asunto interno de España.

Me da que si se decidiera, que no se decidirá, suspender o suprimir la autonomía catalana no dirían que es un asunto interno de España.

La comisaria Reding habló en Barcelona sobre el problema catalán y tuvo la virtud de desplegar el abanico de contradicciones con el que las instancias europeas ventilan el conflicto generado por la convocatoria del referéndum separatista. De un lado, sobre este punto, que es crucial, no quiso pronunciarse alegando que era una "cuestión nacional". Asunto interno, no se hable más. Del otro, como si tal convocatoria no definiera la situación ni estuviera en fase de cuenta atrás, tic-tac, instó a los Gobiernos de España y de Cataluña a sentarse a hablar "con mentalidad abierta y sin líneas rojas". Hablando se entiende la gente, o sea.

Lo que no se entiende es que se declare asunto interno un problema y luego se impartan consejos sobre cómo resolverlo. O es cuestión nacional o no lo es. O nos dejan solos o nos acompañan. Hasta la lógica política tiene que respetar ciertas reglas. Es verdad que recetar diálogo parece tan inocuo como recetar una cura de descanso, pero me temo que no es así. Cualquier negociación requiere condiciones previas. Una como la que propone la comisaria significa situar en el mismo plano a un Gobierno nacional cuyo deber es cumplir la ley y a otro regional cuyo propósito declarado y fijado, con fecha y toda la fanfarria, es quebrantarla.

Reding es comisaria de Justicia, por lo que resulta incomprensible que, ya metida en pedir diálogo, como cualquier equidistante de los nuestros, no exhortara a Mas a retirar su desafío a la legalidad. Pero aún produce mayor asombro que la vicepresidenta de la Comisión Europea reclame una negociación "sin líneas rojas". ¿Es que la Comisión negocia alguna vez sin respetar los tratados europeos? Pongamos que en ese hipotético diálogo se traspasara una línea roja y se diera a Cataluña un régimen fiscal como el del País Vasco y Navarra. Pues España no podría funcionar, cosa que tampoco convendría, suponemos, a la UE. Sí, está bien que la comisaria exprese el deseo de que se garantice la permanencia de Cataluña en España, pero las buenas intenciones no avalan cualquier forma de lograr el resultado.

Las declaraciones de Reding están lejos de ser solamente una metedura de pata personal. Son consecuencia de la actitud pasiva que está adoptando Europa, sus dirigentes, comisarios, ministros y Gobiernos, ante el empuje separatista. Por no querer meter la pata, la meten, podemos resumir. Se resisten a reconocer que la ruptura de naciones fundadas en la ciudadanía, no en la identidad, como las que quiere construir el nacionalismo, es también un asunto europeo de primer orden: un desastre que Europa no se puede permitir. Se acogen a la no injerencia, para luego injerir tontamente de un modo que favorece la pretensión nacionalista. Bueno, quizá no tan tontamente, no nos chupemos el dedo. Me da que si se decidiera, que no se decidirá, suspender o suprimir la autonomía catalana no dirían que es un asunto interno de España.

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