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Daniel Blanco

Luis Enrique o la angustiosa vida de dirigir a un grande

Luis Enrique considera a los periodistas seres inferiores. Lo ha demostrado muchas veces. Si no, que le pregunten a Susana Guasch.

Se sentó el otro día Luis Enrique ante los medios de comunicación tras el mediocre partido despachado por el Barcelona en San Sebastián y empezó a responder preguntas sin parar. No había casi ninguna del partido. Toda la lluvia de cuestiones al técnico asturiano se referían a la persecución de Atlético y Real Madrid, a la alarma generalizada en la Ciudad Condal, al mal momento de forma de su equipo, a las exigencias de una plantilla que no estaba dando la talla. Un punto de nueve posibles, es cierto. Pero todavía líderes en Liga, en la final de Copa y con ventaja para sacar billete a las semifinales de Champions. No es un panorama cercano al fin del mundo, como pareció desprenderse de la sesión de preguntas y respuestas en Anoeta.

Pero es verdad que se trata del Barcelona, de Luis Enrique, de una prensa eternamente exigente, de un clima de euforia excesiva cuando todo va bien, pero de drama terrible cuando algo se tuerce en el camino. Se trata de un equipo esquizofrénico, cercano al abatimiento cuando hay una señal de debilidad. Un equipo que baila en el elogio como nadie, que se siente como pez en el agua cuando juega bien, cuando los resultados marcan una tendencia apisonadora. Pero es un grupo que se transforma históricamente en algo vulnerable cuando todo se le vuelve en contra. No quiere decir que esto pase ahora, pero que pocos equipos se autodestruyen igual que el Barcelona, también lo digo.

Y Luis Enrique lo debe ver. Debe atisbar esa duda en las caras de la gente que tiene enfrente dos veces por semana en rueda de prensa. Unos medios que no le soportan desde el primer minuto que pisó la ciudad deportiva del Barcelona, que le han cuestionado casi desde el principio aunque desde otra parte de España se pueda deducir lo contrario. Luis Enrique no es así de irónico, de sarcástico, de insoportable por causa de los malos resultados. Eso es mentira. Luis Enrique siempre ha sido así. Lo era como jugador y lo es ahora como entrenador, marcando una línea entre él y su equipo de trabajo, y el resto de la humanidad. Él considera a los periodistas seres inferiores y lo ha demostrado muchas veces. La última con alguna contestación en rueda de prensa, en alguna frase para la historia de estas que marcan su personalidad. O, si no, que le pregunten a Susana Guasch quién es Luis Enrique. Menos mal que a la gran periodista de La Sexta, a estas alturas de profesión, lo que diga el técnico le debe entrar por el oído izquierdo y salirle por el derecho.

Es verdad que el escenario ideal de un equipo grande no lo marca la tendencia actual de cómo está el fútbol. Nunca un entrenador trabajará a gusto en este país si los resultados, como es lógico, son los que mandan. Nunca habrá un día a día. Como, por ejemplo, en Inglaterra, donde Alex Ferguson pudo trabajar casi treinta años en el Manchester United sin que se le discutiera casi nada de su forma de trabajar. O Arsene Wenger, instalado en el Arsenal desde 1997, con un solo título de Liga en 20 años. Eso aquí es imposible. Pero si aceptas eso, entras en el juego de todos los que forman parte del circo. Prensa, jugadores, directivos, entrenadores, aficionados... Por eso, lejos de pedir que uno sea de una manera o de otra, que no es mi labor, sí hay que pedir que cada uno haga su papel de forma digna. Que el entrenador sea consecuente y, al menos, acepte alguna crítica. Y que los medios no anuncien el fin del mundo con dos derrotas a un mes de la posibilidad, es cierto que sólo eso, una posibilidad, de otro triplete.

Será entonces cuando cada uno, como siempre pasa, marque las distancias con el otro. Siempre será una relación casi imposible, a no ser que entrenador o jugador, por una parte y periodista por otra, traspasen la línea, pero no es fácil hacerlo. Esa línea roja marca el querer convertir una relación de trabajo en una amistad duradera. Si es así, lo será porque te marca profesionalmente. Si no, conseguirás el objetivo no deseado. Ser distante con esa persona. A Luis Enrique y a los medios en Barcelona les pasa eso. Viendo las últimas situaciones, a mí no me extraña. Ni por una parte, ni por la otra.

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