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EDITORIAL

Cataluña, como siempre: en las peores manos

Las elecciones del domingo consolidan a Cataluña como una región en manos de pirómanos dispuestos a destruirla hasta los cimientos para dar satisfacción a sus delirios separatistas. 

Las elecciones del domingo consolidan a Cataluña como una región en manos de pirómanos dispuestos a destruirla hasta los cimientos para dar satisfacción a sus delirios separatistas. Ni la catástrofe económica provocada por la cleptocracia nacionalista tras décadas de continuos latrocinios ni las graves consecuencias del coronavirus, agravadas por un personaje que se alzó con el mayor número de sufragios, fueron argumentos suficientes para cambiar el sentido del voto de una sociedad políticamente enferma, dispuesta a inmolarse en la pira de un nacionalismo especialmente repulsivo por su aversión a la libertad y a la Cataluña real.

Las fuerzas separatistas reforzaron su hegemonía parlamentaria, por lo que seguirán controlando la Administración autonómica si llegan a un acuerdo para seguir detentando el poder. Frente a este bloque liberticida y guerracivilista, los partidos contrarios al separatismo tuvieron un resultado paupérrimo, en el que solo destaca positivamente la irrupción de Vox en el Parlamento regional con 11 diputados.

El batacazo de PP y Ciudadanos debería mover a una honda reflexión a sus equipos directivos. El caso de la formación naranja resulta especialmente dramático, y es que el vencedor de las autonómicas de 2017 se derrumbó este domingo hasta la penúltima posición, perdiendo 30 escaños y un millón de votos. En cuanto al PP, es evidente que su enfrentamiento directo con Vox y la ocurrencia de Pablo Casado de mostrarse genuflexo ante el separatismo en los últimos días de campaña solo sirvieron para ahondar en la irrelevancia de un partido que llegó a tener 19 escaños y a serla tercera fuerza de la Cámara regional

Las querellas entre estas formaciones explican en parte la abrumadora abstención entre su electorado potencial. La honda decepción que experimentaron muchos al constatar que ni siquiera la trabajosa victoria de un partido constitucionalista como Cs servía para cambiar radicalmente la política regional es otro factor que explica las razones de ese desistimiento por parte de centenares de miles de catalanes que quieren seguir formando parte de España y de la UE.

Así pues, Cataluña va a seguir como hasta ahora, liderada por partidos secesionistas que tratarán de imponer su proyecto totalitario, lo que agravará la evidente y tremenda fractura social. Los resultados del domingo fueron funestos, pero tendrían su utilidad si finalmente hicieran reflexionar a PP y a Cs y entendieran de una vez que el enemigo no es el Vox demonizado por la izquierda y su brazo mediático, sino precisamente el social-comunismo y el proyecto separatista de los socios de Sánchez e Iglesias.

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