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EDITORIAL

De Tariq Ramadan nadie dice nada

Qué ominoso es el silencio de la izquierda y del feminismo radical ante la detención del celebre islamista tras ser acusado de violación.

El peor feminismo militante va ganando espacio y presencia en la sociedad, y su influencia es ya tal que se permite imponer conductas ridículas y en no pocos casos dañinas en ambientes tan distintos como el del deporte, donde se está librando una guerra irracional contra mujeres que se ganan honradamente la vida como las azafatas, o el del arte, en el que se está llegando al punto de retirar obras de arte de hace más de un siglo.

Este feminismo radical es capaz de encontrar enemigos en prácticamente cualquier ámbito; por supuesto, en la mitad de la población, los hombres, y en todo aquello que se aleje de la ideología extremista que es el verdadero programa político que subyace en sus reivindicaciones presuntamente igualitarias: el capitalismo, el catolicismo, la democracia liberal y, en suma, las libertades.

Llama poderosamente la atención que, por el contrario, este feminismo radical no sea capaz o simplemente no desee enfrentarse con la ideología que hace que millones de mujeres padezcan discriminación, y tragedias infinitamente peores: el Islamismo.

Ni siquiera son capaces, de hecho, de levantar mínimamente la voz –tal y como lo hacen ante cualquier cuestión banal– en apoyo de dos mujeres que han denunciado como un personaje público extraordinariamente influyente y poderoso que se aprovechó de ese poder para violarlas.

Ese personaje es Tariq Ramadan, detenido este miércoles en Francia, acusado de dos violaciones, entre un silencio atronador. Ramadan ha sido durante las últimas décadas uno de los grandes teóricos de un islam que dista mucho de ser moderado y en el que, tal y como presuntamente parecen demostrar sus acciones, la mujer es sólo un miembro de segunda categoría de la sociedad.

Y mientras nadie dice nada del presunto violador Tariq Ramadan, sería de ver el linchamiento de que sería objeto una personalidad de relevancia similar pero que defendiese otra ideología o practicase otra religión.

Es la hipocresía de siempre y la coincidencia de objetivos entre aquellos que, desde oposiciones en apariencia muy distantes, tienen claro que sus enemigos comunes son la libertad y la modernidad.

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