Menú
EDITORIAL

El Rey y los que quieren decirle cómo debe actuar

El Rey Felipe parece tener claro que su conducta no va a estar supeditada a los intereses de determinados sectores habituados al trato de privilegio.

Las primeras decisiones de Felipe VI confirman que las palabras de su discurso de proclamación constituyeron un compromiso formal con la nación, al que el nuevo monarca ha comenzado a hacer honor desde el inicio mismo de su reinado. No de otra forma cabe valorar que el primer acto oficial de los reyes haya consistido en una recepción a las asociaciones de víctimas del terrorismo, a cuyos representantes D. Felipe y Doña Leticia expresaron su admiración, homenaje y apoyo, en su nombre y en el de todos los españoles.

El gesto de los monarcas trasciende el plano afectivo y adquiere un significado de mayor relevancia en el caso de las víctimas de la barbarie asesina de ETA, obligadas a ver en silencio cómo los terroristas culpables de tanto dolor están beneficiándose de los privilegios que la Justicia y el Gobierno les han venido otorgando con muy escasa, por no decir nula justificación.

El Rey Felipe parece tener claro que su conducta al frente de la Corona no va a estar supeditada a los intereses de determinados sectores habituados a los tratos de privilegio, aunque cuenten para su defensa con el apoyo de acorazados mediáticos como el grupo Prisa. Felipe VI insistió en el discurso con el que dio inicio a su reinado en que su labor se desarrollaría con respeto escrupuloso a "las funciones que constitucionalmente le han sido encomendadas" y que siempre actuaría en defensa de los intereses generales. Ambos principios, fundamentales para que la Jefatura del Estado cumpla adecuadamente su función, no implican ningún menoscabo para las distintas administraciones territoriales de nuestro país, ni mucho menos para aquellas que han hecho del abuso de sus prerrogativas una conducta habitual. Se trata, simple y llanamente, de que el Rey de España cumpla con su función, haciendo lo necesario para que los distintos órganos del Estado hagan también exactamente eso mismo.

Los nacionalistas catalanes no han tardado en salir a la palestra haciendo alarde de un presunto agravio por las palabras del Rey, que sólo el prisma deforme con el que miran la realidad puede explicar. Acostumbrados a que el Estado esté al servicio de sus delirios identitarios y al trato favorable con que se premian sus deslealtades, los separatistas que lidera Artur Mas se creen con derecho a corregir al nuevo monarca porque sus palabras se han ceñido a la Constitución que ellos no cesan de vulnerar.

Las críticas de la prensa catalana, lacaya de los órganos nacionalistas de cuyas dádivas depende en gran parte, no tienen más explicación que el desconcierto en que Felipe VI ha sumido a unos y otros con un discurso que puede considerarse, con todo rigor, como el programa formal que va a inspirar a su reinado.

El Rey debe escuchar a todos, pero sin perder de vista ni un instante cuáles son los valores supremos que la Corona debe defender como su principal y más honroso deber, entre los cuales la unidad de España y la permanencia del Estado adquieren una relevancia especial en el momento político por el que atraviesa nuestro país. No dudamos de que esos serán también los ejes principales de la conversación del Rey con Artur Mas, que el presidente de la Generalidad tiene tanta prisa por mantener.

Temas

En España

    0
    comentarios