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EDITORIAL

Nuevo Congreso a la búlgara del PP

A este PP socialdemócrata le basta el temor al coco auténticamente liberticida de Podemos para garantizarse la continuidad en el poder.

Lo peor del próximo Congreso Nacional del PP, que tendrá lugar en Madrid durante el próximo mes de febrero, no es que se celebre con dos años de retraso. Lo más criticable es que todo parece indicar que va ser un cónclave en el que la democracia interna y el debate de ideas van a seguir brillando por su ausencia y en el que Rajoy será designado –más bien aclamado– presidente no por los militantes del partido sino por unos compromisarios.

Aunque los estatutos del partido afirman que los compromisarios serán "elegidos en listas abiertas" y sólo con el apoyo de "100 militantes", y que cualquiera puede optar a la pugna, en la práctica las direcciones regionales y locales tienen un control prácticamente total de aquellos, amén de que los diputados, senadores o concejales son ya de por sí compromisarios natos. Es cierto –tal y como apunta desde la Red Floridablanca Isabel Benjumea– que los estatutos permiten hacer cambios para que toda la militancia pueda implicarse en la votación, pero no es menos cierto que dichos cambios no pueden abordarse sin el consentimiento de una dirección que está dispuesta a que Rajoy sea reelegido por aclamación y sin rival. Eso, por no recordar que los estatutos también dicen que los congresos se celebrarán cada tres años y este, sin embargo, se va a celebrar cinco años después del último, celebrado en Sevilla, o que el propio censo de militantes no está actualizado.

Así las cosas, ya podrá el vicesecretario de Organización del PP, Fernando Martínez-Maíllo, asegurar que no será un congreso "de trámite", pero la única "actualización" de la propuesta política y las únicas "señas de identidad" previsibles serán las que ya han convertido al PP en un partido socialdemócrata más; un partido, por lo demás, que no dejará de ser vergonzosamente condescendiente con los nacionalistas.

Y no es de extrañar: a pesar de que la pérdida de millones de votantes debería haber llevado al PP a una catarsis que le permitiera recuperar sus traicionadas señas de identidad liberal-conservadoras y combatir ideológica, política, financiera y judicialmente al secesionismo, el desplome todavía mayor cosechado por el principal partido de la oposición le permite un absoluto continuismo, simbolizado en el mantenimiento como líder de Rajoy, el político peor valorado de los españoles. Rajoy puede permitirse seguir siendo presidente todo el tiempo que le dure al PSOE su justificado temor a unas nuevas elecciones generales. Y a la vista del desastre que auguran a los socialistas los sondeos, ese temor bien puede durar toda la legislatura.

Por mucho que la lenta y frágil recuperación económica, así como el desafío secesionista a la nación y el Estado de Derecho, requieran una alternativa liberal combativa, sería del todo ingenuo pensar que la regeneración del PP pudiese surgir de este nuevo congreso a la búlgara. A este PP socialdemócrata que trata vanamente de contentar a los insaciables nacionalistas le basta el temor al coco auténticamente liberticida de Podemos para garantizarse la continuidad en el poder.

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