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EDITORIAL

Por fin se habla del 155

Desgraciadamente, la experiencia nos enseña que este repentino interés por el 155 seguramente sea un espejismo, y Rajoy se limite a hacer lo que sabe: nada.

De vez en cuando, los portavoces del secesionismo catalán sacan a pasear el discurso del miedo, del miedo al artículo 155 de la Constitución Española, ese que permite al Gobierno, previo paso por el Senado, "adoptar las medidas necesarias" para obligar a una comunidad autónoma a cumplir “las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España”. Inspirado en la legislación alemana, razones ha habido más que de sobra para aplicarlo, pero siempre se ha entendido como un último recurso, por lo que se ha permitido al nacionalismo catalán violar leyes y atentar contra el interés general, sobre todo en educación, durante décadas.

Pero hete aquí que, por una vez, tras lanzar el guante no ha habido ningún portavoz autorizado que niegue tajantemente la posibilidad de que pueda aplicarse. Es más, el ministro de Justicia, Rafael Catalá, no ha descartado su uso, aunque ciertamente lo ha colocado como ultimísimo recurso en el supuesto de que todo lo demás haya fallado. Y varios expertos en Derecho han salido a la palestra para defenderlo como casi la única vía si el Gobierno que emerja de las elecciones del 27-S decida lanzar un órdago.

El alcalde de Gerona ya ha amenazado con "una respuesta unánime y contundente" del pueblo catalán si se suspendiera la autonomía, una de las posibles consecuencias de la aplicación de dicho artículo, pero ni mucho menos la única. Como naturalmente los catalanes no pueden ser unánimes en esto como en ninguna otra cosa, parece claro que Carles Puigdemont, como suelen hacer los convergentes al más puro estilo franquista, se arroga en sí mismo la representación y la voluntad de un pueblo. Cataluña es él, y quien no haga lo que quiere, no es catalán.

Aunque pueda parecer menor, el cambio de discurso respecto al artículo 155 es un notable cambio cualitativo. Quienes siempre hemos defendido, generalmente en soledad, la opción de emplearlo como garante de la Constitución y de los derechos y libertades de los que disfrutamos los españoles hemos dejado de ser vistos como unos radicales extremistas. Posiblemente si se hubiera hecho en tiempo y forma ahora no estaríamos ante un desafío secesionista de esta magnitud. Pero bien está que, aunque tarde, parezca que estamos en vías de hacer algo respecto al desafío secesionista catalán. Desgraciadamente, la experiencia nos enseña que este repentino interés por el 155 seguramente sea un espejismo, y Rajoy se limite a hacer lo que sabe: nada.

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