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EDITORIAL

Susana Díaz, o el triunfo del servilismo

Susana Díaz no es nadie ni tiene visos de que vaya a serlo. Sencillamente, no tiene condiciones para ello.

Susana Díaz ha sido elegida secretaria general del PSOE andaluz –cargo en el que al parecer no estaba interesado nadie más, habida cuenta de que la suya era la única candidatura– con un 99% de los votos, tan expresivo de lo que entienden los partidos españoles por democracia interna.

Susana Díaz, heredera de José Antonio Griñán, heredero (vía Gaspar Zarrías) de Manuel Chaves, heredero de José Rodríguez de la Borbolla, es más de lo mismo para una Andalucía ominosamente encadenada al socialismo, que ha hecho de ésta un atrasado paraíso de la corrupción, la desidia y el caciquismo.

Susana Díaz es el paradigma del político servil que medra al calor del aparato y no pese sino por sus carencias. Susana Díaz no es nadie ni tiene visos de que vaya a serlo. Sencillamente, no tiene condiciones para ello. Entre otras razones, porque no se ha ocupado de tenerlas. No es una estadista sino una vulgar apparatchik.

Susana Díaz no es la solución para el PSOE-A, ese lastre formidable para Andalucía. Las críticas que ha hecho en estos meses de inmerecida fama son producto de la hipocresía y el cinismo. Calló siempre, nada hizo, por eso está donde está. Las cosas no van a cambiar ahora: ¿ese 99% de apoyo es un voto para reformar el partido-problema? Ni el más ingenuo tragaría, a estas alturas.

Y si no es la solución para el PSOE-A, mucho menos lo será para la propia Andalucía. Y para qué hablar de España, a la que sólo le faltaba quedar en manos de este basto y campechano sucedáneo de José Luis Rodríguez Zapatero.

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