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EDITORIAL

Una nueva humillación al PSOE

Es la segunda vez que Iglesias humilla a Pedro Sánchez y al PSOE; parece que va a ser definitiva.

La oferta de Podemos para investir presidente a Pedro Sánchez ha sido un jarro de agua fría que ha congelado, tal vez definitivamente, las expectativas demasiado halagüeñas del líder socialista. Con una ingenuidad sólo equiparable a sus ansias por llegar al poder, el jefe del equipo negociador socialista, el inefable Antonio Hernando, expresaba muy sonriente este fin de semana su deseo de llegar a un acuerdo inmediato con el movimiento ultraizquierdista, en la convicción de que sólo quedaban por resolver algunas cuestiones menores. Sin embargo, las condiciones impuestas por Iglesias para otorgar su voto a Sánchez han sido tan disparatadas que ni siquiera los actuales responsables socialistas, cuyas tragaderas no tienen nada que envidiar a las de Zapatero, pueden asumirlas sin dinamitar el partido que todavía dirigen.

Iglesias quiere un referéndum para Cataluña y el control de los principales resortes del Estado, además de la gestión de las carteras con mayor peso presupuestario y proyección social. Aceptar semejantes condiciones supondría la desaparición del PSOE, un precio que, si a Pedro Sánchez y a su equipo les puede parecer aceptable, los dirigentes territoriales del partido, encabezados por Susana Díaz, no están dispuestos a pagar. Si no lo hacen por convicciones ideológicas lo harán por la propia supervivencia de sus franquicias electorales, de las cuales dependen miles de altos cargos públicos y las cuotas de poder territorial que conservan.

Es la segunda vez que Iglesias humilla a Pedro Sánchez y al PSOE, y parece que va a ser la definitiva. El juego de alianzas tiene ya escaso recorrido y el proceso de investidura, previsto para comienzos de marzo, será presumiblemente un mero trámite que dará el pistoletazo de salida para las próximas elecciones generales. Esa es tal vez la situación buscada por los liberticidas de Iglesias, que en unos nuevos comicios defenderán ante su electorado sus intentos sinceros de alcanzar un pacto de Gobierno y acusarán al PSOE de no haber tenido agallas para formar un Ejecutivo de izquierda dura.

El panorama, por tanto, se ensombrece notablemente para Pedro Sánchez, que ha fiado a su llegada a la Moncloa cualquier posibilidad de seguir dirigiendo el PSOE tras el batacazo monumental del 20-D. Sánchez puede estar en estos momentos en el epílogo de su gestión al frente del socialismo español. No ha sido capaz de ganar las elecciones a un PP desfondado ni de ahormar un acuerdo razonable de Gobierno con los otros partidos de izquierda, que parecen haberse impuesto como primer objetivo destruir al PSOE. Salvo milagro de última hora, Pedro Sánchez no es el líder que asegurará la supervivencia política de esas siglas centenarias, sino el agente activo que puede acelerar su desaparición.

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