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Emilio Campmany

Diálogo de socialistas

Este año, el Debate sobre el Estado de la Nación parecía el congreso de unificación de los partidos socialistas de España.

Este año, el Debate sobre el Estado de la Nación parecía el congreso de unificación de los partidos socialistas de España. Rajoy ha defendido su política alegando que ha conseguido con ella evitar el rescate que hubiera obligado a suprimir alguno de los múltiples subsidios, subvenciones y ayudas que alimentan a este sistema clientelar. Naturalmente, no ha dicho que lo ha logrado subiendo brutalmente los impuestos, aunque eso lo ha reconocido implícitamente cuando ha afirmado que los estaba bajando, cosa que, como es fácil imaginar tratándose de un socialista, no es cierta. Para el futuro, Rajoy ha propuesto, ahora que las cosas están un poco mejor, más subvenciones, subsidios, ayudas e incluso cheques, la expresión que inventó Zapatero para referirse a los momios con los que el Gobierno compra electores con el dinero de todos.

Ante un discurso y un programa esencialmente socialistas, ¿qué podía rebatir otro socialista? Podía haber sido más socialista todavía. Pero, ayuno de argumentos, huérfano de inteligencia, yermo de entendimiento y abandonado por la memoria, Pedro Sánchez se ha dejado arrastrar por una romería de lemas, chascarrillos y ocurrencias con un sólo denominador común, su vaciedad. Cuando ha tratado de concretar, lo ha hecho para estampar sobre la cara de Rajoy una pestilente, casi humeante boñiga llamada Bárcenas. Se ha debido de arrepentir enseguida porque el presidente del Gobierno, entablada la guerra fétida, le ha devuelto la salva duplicada, lanzándole con igual saña dos buenos puñados de gallinaza con los nombres de Griñán y Chaves. El atolondrado Sánchez también ha cometido el error de acusar a Rajoy de no haber hecho lo que con justificado orgullo mejor hace el presidente del Gobierno, subir los impuestos. Y hasta ahí podíamos llegar. Porque en otras cosas los habrá más socialistas, pero en materia fiscal no hay quien a Rajoy le moje la oreja, y rojo también de ira le ha recordado que con el PP se pagan mucho más impuestos que con el PSOE.

La ausencia de recursos dialécticos ha llevado finalmente al secretario general de los socialistas que lo son de nombre a insultar al presidente de quienes lo son de facto. Sin empacho le ha escupido que no es que represente a la derecha, que ya sería suficientemente injurioso, sino a la derecha de siempre, que es ya un insulto intolerable. Y eso se lo ha dicho a quien arrogantemente puede vanagloriarse de tener a un bolchevique al frente del Ministerio de Hacienda. No obstante, dado que Rajoy gobierna con los votos de esa asquerosa derecha y por ver si consigue de nuevo engañarla y que le vote, podía el presidente del Gobierno haber reconocido que sí, que la representa y a mucha honra. Al final ha podido más lo mucho que se avergüenza de sus votantes y ha guardado un piadoso silencio. Qué suerte tenemos en España. En todos los países tienen que conformarse con un solo partido socialista. Aquí, en cambio, gozamos de la bendición de tener dos.

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