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Emilio Campmany

La ETA y la izquierda

Para los socialistas y los comunistas españoles, los etarras han sido siempre fuente de admiración y de envidia.

Para los socialistas y los comunistas españoles, los etarras han sido siempre fuente de admiración y de envidia.
Cordon Press

Los grandes medios de comunicación de la corrección política se hacen cruces cuando ven a Pablo Iglesias defender a los presos de ETA. Les sorprende que un partido como Podemos, respetable por haber sido votado por tantos, se ponga de forma tan llana del lado de los terroristas. Y, francamente, no entiendo la sorpresa. Lo que ha dicho Pablo Iglesias a la New Left Review es lo que habría dicho cualquiera que diera por bueno lo que Zapatero nos vendió y Rajoy nos ha realquilado, esto es, que la ETA está acabada gracias a que han renunciado unilateralmente a la violencia a cambio de nada. Si fuera realmente así sería, como dice Pablo Iglesias, una crueldad innecesaria mantener la política de dispersión de presos y obligar a sus familias a recorrer cientos de kilómetros para verlos. Si ya no hay lucha armada, si el brazo político de la organización puede presentarse a las elecciones, controlar las diputaciones vascas y las declaraciones fiscales de los ciudadanos de esas provincias, ¿por qué han de seguir dispersos los presos?

Cuando Zapatero trató con la ETA, puso fin a ella del único modo aceptable para muchos de sus votantes, negociando. Para los socialistas y los comunistas españoles, los etarras han sido siempre fuente de admiración y de envidia por no haber aceptado el trágala de la Transición, consistente en que en España no hay buenos ni malos sino sólo españoles que tenían que reconciliarse. El PSOE y el PCE lo aceptaron con la boca pequeña y cruzando los dedos a su espalda por temor a tener que esperar otros cuarenta años para tocar poder, pero nunca creyeron en esa reconciliación. Piensan que claro que en España hay buenos y malos. Los buenos son ellos y los malos son la derecha. La ETA fue durante algún tiempo ese grupo de valientes que no quisieron transigir. Luego, a la vista de que ni siquiera pararon cuando gobernaban ellos, los socialistas acabaron montando el GAL y lo que vino después. Zapatero devolvió las aguas de la izquierda a su cauce tratando con la debida indulgencia a unos correligionarios que un día se descarriaron por ser excesivamente intransigentes.

Hoy la ETA no mata, pero amenaza con volver a hacerlo si las cosas no discurren dentro de los límites pactados, que no sabemos muy bien cuáles son. Naturalmente, por eso, acabar con la dispersión de presos en estas condiciones sería un disparate. Lo único que hace Pablo Iglesias es llevar hasta sus últimas consecuencias la mentira construida por Zapatero, y apuntalada por Rajoy, según la cual ETA está acabada. Pero esto no es lo peor. Lo peor es que, sabiendo como sabemos todos, empezando por Pablo Iglesias, que la ETA sigue ahí, prometer indulgencia y comprensión con los etarras da votos. Si no los diera, los de Podemos no defenderían esa política en público. Y es que, a fin de cuentas, unos y otros no dejan de ser de izquierdas, o sea, de los buenos.

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