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Emilio Campmany

Se busca derecha a la que votar

Nadie con posibilidades reales de ganar defiende las ideas del votante liberal-conservador.

Nadie con posibilidades reales de ganar defiende las ideas del votante liberal-conservador.

Mientras en la izquierda se ha dado el pistoletazo de salida a la apasionante competición de ver quién dice la sandez más gorda, la derecha está enfrascada casi exclusivamente en defender la Monarquía. La primera ha llegado al convencimiento de que son utópicas sansiroladas lo que su electorado quiere escuchar. Un electorado que, por ser mayoritario, está además en condiciones de dar la victoria a quien más y mejor farolee. La derecha, aterrada por las propuestas de la izquierda montaraz y por las de lo que se suponía no lo era, quiere fiarlo todo a la continuidad dinástica, como si el que Felipe VI suceda a Juan Carlos I sin excesivos sobresaltos fuera una garantía de que primarán los valores que supuestamente defiende esa derecha.

Dejemos por hoy que la izquierda siga pescando ocurrencias en el río de la demagogia. Fijémonos en la derecha, que casi en exclusiva representa el PP. No hay nada en lo que dicen o hacen los populares que pueda tener siquiera un lejano parentesco con su supuesta ideología. Han subido los impuestos hasta donde creen que permite la curva de Laffer, es decir, hasta donde podría hacerlo un socialista razonable. Recortan el gasto público lo menos que suponen necesario para que pueda seguir viviendo del Estado la amplia clientela en la que se sostienen ellos y el PSOE, que es a lo más a lo que llegaría ese mismo socialista. Desde luego, se mojan en lo de la Monarquía. Pero en nada más.

Al final, se llega a la conclusión de que lo único en lo que se diferencia un dirigente popular de uno socialista es que el primero es monárquico, de esta Monarquía, y el segundo, republicano de no se sabe qué república, probablemente la Segunda. Y en que el primero es un socialdemócrata más o menos razonable y el segundo, un socialista entre marxista y utópico.

Este es el panorama que se le presenta al votante liberal-conservador en un año 2015 con dos convocatorias electorales importantes. Por un lado, nadie con posibilidades reales de ganar defiende sus ideas. Por otro, se le atenaza con el miedo a la izquierda radical dando altavoz televisivo a todo socialista o comunista que ansíe disparatar. Y el guiso se cocina con el caldo de la convicción de que España es irremisiblemente de izquierdas para que el elector de derechas se resigne a votar a un PP que de sus viejas ideas sólo conserva el monarquismo.

Estoy harto de leer a viejos santones del periodismo conservador pontificar sobre lo mucho que necesitamos un PSOE fuerte. Yo no lo creo, pero es discutible. En cualquier caso, lo urgente no es eso. Lo prioritario, al menos para el electorado de derechas, que, recuérdese bien, ha proporcionado dos mayorías absolutas a quien se presentó con un programa liberal-conservador, es tener un partido que defienda su ideología con inteligencia y realismo y la aplique cuando gobierne. Izquierdas a quien votar hay cuantas se quieran. Lo que falta es una derecha a la que poder hacerlo.

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