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Emilio Campmany

Todos al notario

La de Ruiz Mateos sí que es un acta de manifestaciones con chicha y no lo que declararon Mas o probablemente Bárcenas ante sus respectivos escribanos.

La de Ruiz Mateos sí que es un acta de manifestaciones con chicha y no lo que declararon Mas o probablemente Bárcenas ante sus respectivos escribanos.

Nunca se sabe si quien se adelanta a su tiempo en cuestiones de moda o costumbres es un visionario o un desgraciado a quien nadie hizo caso. Yo creo que es más bien esto último. Debe de dar una rabia espantosa haber tenido que empeñar el abrigo, pasar la vergüenza de salir a la intemperie a cuerpo, protegido tan sólo por la espantosa bufanda de colorines que tejió tu abuela en el Cuaternario, para ahora no parar de encontrarse por la calle gente que va desabrigada por gusto, pero eso sí, con el cuello estrangulado por un fular de colores cegadores. Eso mismo debe de pensar Artur Mas. Él fue el adelantado que por primera vez se dirigió al notario a que le hiciera un acta de manifestaciones. Con la mayor de las solemnidades declaró ante el fedatario que jamás pactaría con el Partido Popular. El patético gesto fue entonces valorado con severidad y nadie osó imitarlo.

Pero hete aquí que, años más tarde, va Luis Bárcenas, acude al notario, hace un acta de manifestaciones probablemente tan inútil como la de Mas y, en vez de desencadenar el desdén, provoca ríos de tinta, aludes de especulaciones y tsunamis de comentarios. Y eso sin que se sepa lo que contiene, que probablemente será una mentecatez tan gorda como la de Mas. Y encima, por esas cosas de la vida, el ejemplo, que en el caso de una medianía como Mas no prendió, ahora que lo protagoniza la personalidad arrolladora de Bárcenas, no sólo no es ridiculizado como merecería, sino que cunde.

Un par de meses después de haber ido el antiguo senador al notario, ha hecho lo propio José María Ruiz Mateos, a ver si nos vamos a creer que aquí el único impresentable es el extesorero del PP. El trece de febrero pasado, el fundador de Rumasa se dirigió a una notaría de Madrid y, con la misma solemnidad que Mas y Bárcenas, declaró haber conspirado para elevar artificialmente el precio de unas acciones aparentando estar interesado en comprarlas a un precio muy superior al de su valor real. De esta manera, a fin de evitar la entrada del agresivo jerezano en el capital de la compañía, la sociedad amenazada se vio inclinada a comprar las acciones a un precio muy superior del que hubiera normalmente pactado. Para que la declaración sea completa, el atrabiliario emprendedor dijo que simuló el interés a cambio de un precio. Eso sí que es un acta de manifestaciones con chicha y no lo que declararon Mas o probablemente Bárcenas ante sus respectivos escribanos.

Supongo que lo que nos espera es ver a Pepiño Blanco acudir a una notaría de Santiago de Compostela a contar sus relaciones con Dorribo y el resto de sus trapicheos. Y es que, hoy en día, quien no tenga nada que manifestar ante un notario es porque no es nadie. Bonito circo éste.

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