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Eva Miquel Subías

Una Cuba color sepia

¿Por qué nadie sale a la calle a manifestarse por la tiranía de un pueblo que es la más longeva del mundo junto a la de Corea del Norte?

José Luís Rodríguez Zapatero ya puede dormir a pierna suelta. Gracias al suplemento de Le Figaro ha visto su sueño cumplido al aparecer justo por detrás de Barack Obama en el top de alguna lista internacional, aunque el motivo haya sido su supuesta elegancia casual-chic.

Menos mal que Colin Firth mantiene el tipo en lo alto porque si no, la lío parda.

Y como una de las instantáneas que permanecen en mi retina es la de nuestro querido presidente trotando junto a David Cameron con un porte y un chándal que todavía me producen destellos, vayámonos a La Habana, donde el espíritu retro lleva tanto tiempo instalado. Eso sí que estrendy.

Semana congresual en la isla caribeña. Castro sucede a Castro al frente del PCC. El octogenario José Ramón Machado como compañero de "ticket" y un yerno de Fidel elegido miembro del Comité Central resumen la estrategia rompedora del VI cónclave comunista cubano. Bueno, y una mayor presencia de mujeres, mestizos y negros. Mire usted qué bien.

La bloguera cubana Yoani Sánchez no daba abasto en su cuenta de Twitter. Sus 140 caracteres se estrujaban en cada tuit para condensar toda la información e impotencia de la que disponía en todo momento.

Con pose renovadora Raúl Castro apuntó que lo más difícil era cambiar dentro del PCC la mentalidad, puesto que ésta ha estado atada durante años a criterios obsoletos, al tiempo que se mantenía firme en su discurso a la hora de dejar bien claro su frontal oposición a la llegada de Satanás: el capitalismo. Ya. Porque esto de la economía planificada no es demodé, al parecer, Mr. Castro.

Se pretende, al parecer, impulsar la reforma agraria, proceder a ciertos reajustillos e incentivar tímidamente la compraventa de inmuebles.

Todo ello en un marco asfixiante que se prolonga más de medio siglo, en el que no hay apenas espacio para el desarrollo y evolución de grupos opositores y los blogueros son perseguidos por el ciberespacio caribeño.

Hemos compartido muchos momentos hablando de la escasez de derechos humanos en Cuba, de la ausencia de libertad individual o de la claustrofobia que suele llevar consigo un régimen totalitario y endogámico. Y me reafirmo una vez más.

Pero de lo que no solemos hablar es de cómo esa libertad vale más en un lugar que otro. ¿Por qué eso que algunos denominan comunidad internacional no se pronuncia al respecto de la dictadura de los Castro?

¿Por qué nadie sale a la calle a manifestarse por la tiranía de un pueblo que es la más longeva del mundo junto a la de Corea del Norte?

¿Y por qué no se produce una auténtica revolución popular al ritmo del son de las más recientes en otro tipo de naciones?

Cierto es que hay mucha población en el exilio. Cierto es que hay mucho disidente encarcelado y con la boca con los esparadrapos ya raídos. Cierto es que todavía muchos creen –erróneamente en mi opinión– que el régimen caerá por sí mismo.

Pero lo realmente cierto es que son varias generaciones las que siguen sin conocer la grandeza de vivir en una sociedad abierta, con sus virtudes y sus defectos, pero con el placer que supone saborear ese exquisito bocado de nombre libertad.

Y lo que mis ojos han visto esta semana no es más que otra instantánea de esas cuyo color sepia se confunde con aquellos paisajes antiguos que me mostraba mi abuelo hace tanto.

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