Menú
MÉXICO

Cien años de la Revolución: un balance

En México, los 20 de noviembre celebramos el inicio de la Revolución, un acontecimiento crucial de la historia nacional que tuvo por objetivo prioritario derrocar al dictador Porfirio Díaz y recuperar la libertad política, así como elevar el nivel de vida de una masa creciente de ciudadanos sin oportunidades.


	En México, los 20 de noviembre celebramos el inicio de la Revolución, un acontecimiento crucial de la historia nacional que tuvo por objetivo prioritario derrocar al dictador Porfirio Díaz y recuperar la libertad política, así como elevar el nivel de vida de una masa creciente de ciudadanos sin oportunidades.

Miles de vidas se perdieron, vidas de mexicanos que anhelaban hacer uso de su libertad para elegir; para tener una vida digna, sin tiranos ni opresores. El resultado en lo inmediato fue el caos, la anarquía y la emergencia de caudillos que impedían el progreso económico y social. Los resultados estuvieron y creo siguen estando muy lejos de los anhelos y aspiraciones de aquellos héroes de la historia patria.

 

Lejos de promoverse la libertad política, se fortaleció el autoritarismo del Estado mediante la creación de un partido único, que desarrolló políticas muy intervencionistas en todas las áreas de la actividad económica. Así las cosas, el crecimiento económico se apoyó en un endeudamiento en aumento constante y en unas presiones inflacionarias que han castigado incluso a las generaciones actuales.

 

La principal herencia de la Revolución no es el progreso y bienestar de la sociedad, sino un paternalismo exacerbado, el miedo a la libertad y una corrupción rampante. La lucha armada fue exitosa en el corto plazo, pues acabó lográndose la salida del dictador; pero a medio y largo plazo no obtuvo los resultados esperados.

 

Cien años después, México no es un mejor país; todo lo contrario, es una economía que se encuentra en caída libre, como marcan los principales indicadores económicos. Entre 1982 y el 2010, el PIB por persona apenas creció, en promedio, un 0,4 por ciento anual. En ese periodo de tiempo las crisis han sido recurrentes, y nuestra economía ha mostrado una fuerte dependencia del ciclo económico norteamericano. En 1980 México era un país de ingreso medio, con un PIB por trabajador que representaba el 69 por ciento del promedio OCDE; para el 2005, ese porcentaje había caído 28 puntos (41%), y en 2010 lo hará en otros 8 (33%), según mis cálculos.

 

La pobreza patrimonial, que padecen aquellas personas que no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades en materia de salud, alimentación, transporte, vestido y vivienda, pasó de un pico del 69 por ciento de la población en 1996 al 47,4 por ciento en el 2008. Se trata de una reducción significativa, pero sigue siendo una cifra muy elevada; además, estimo que la crisis del 2009 la hará subir de nuevo, hasta el 53,6 por ciento: en números absolutos, estamos hablando de más de 50 millones de personas (tres veces la población de un país como Chile).

 

Algunos pensarán que soy demasiado crítico y que estoy olvidando que el México de 2010 es notoriamente superior al de 1910 en términos de infraestructuras, esperanza de vida, alimentación, sanidad, etc. No lo niego; lo que creo es que los esfuerzos han sido insuficientes, y que las comparaciones internacionales indican que podríamos estar mejor: el progreso en México es mucho más lento que el reportado por otros países.

 

De hecho, los malos resultados en materia económica, las inadecuadas políticas gubernamentales y la consecuente degradación social han conducido a incrementos alarmantes de la inseguridad y la violencia. Del 2008 al 2010 se registraron más de cinco mil ejecuciones ligadas a grupos criminales organizados, que, a diferencia de la producción de bienes y servicios, se han multiplicado y puesto en duda la fuerza del Estado. México es un paraíso para los grupos criminales.

 

¿Qué se debe hacer? Lo primero, aprovechar esta celebración para reflexionar en conjunto y actuar en consecuencia. México necesita profundizar la liberalización económica y política y dejar atrás su pasado, sin dejar de reconocer los errores y los aciertos. Necesita generar empleos y crecer: ésta debe ser la estrategia básica de todos los actores económicos. Se ha de privilegiar la búsqueda individual de la maximización de beneficios y utilidades.

 

Para hacerlo es necesario crear instituciones sólidas, fortalecer el Estado de Derecho, definir y respetar los derechos de propiedad, fomentar la competencia, eliminar toda clase de monopolios, continuar con la desregulación, transparentar la gestión pública, mejorar la educación, desarrollar las infraestructuras, modernizar el sistema financiero y acabar con el nacionalismo y el paternalismo.

 

De lo que se trata es de abrazar, por fin, la libertad, el anhelo de quienes hace cien años dieron sus vidas por un México mejor.

 

 

© El Cato

ISAAC LEOBARDO SÁNCHEZ JUÁREZ, profesor de Economía en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (México).

0
comentarios