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VENEZUELA

La decadencia de Chávez

Como ya ocurriera en años pasados, sobre todo entre 2001 y 2003, Chávez lleva muchos meses perdiendo apoyo y popularidad. El desabastecimiento de productos básicos y la constante alza de los precios han hecho que aumenten las quejas entre los más pobres, que reciben ayudas sociales cada vez menos eficaces y se ven obligados a llevar una vida de sobresaltos y escaseces.

Como ya ocurriera en años pasados, sobre todo entre 2001 y 2003, Chávez lleva muchos meses perdiendo apoyo y popularidad. El desabastecimiento de productos básicos y la constante alza de los precios han hecho que aumenten las quejas entre los más pobres, que reciben ayudas sociales cada vez menos eficaces y se ven obligados a llevar una vida de sobresaltos y escaseces.
Hugo Chávez.
No hay seguridad pública en Venezuela, los servicios son de muy baja calidad y cuesta una enormidad conseguir leche, arroz, azúcar, pollo, café y otros alimentos básicos. Con un barril de petróleo que se vende a más de 100 dólares en los mercados internacionales, la gente no entiende por qué tiene que pasar privaciones, por qué el Estado es tan incapaz de cumplir con sus funciones básicas, y comienza a hastiarse de la vacía retórica revolucionaria.
 
Frente a este panorama, la respuesta de Chávez ha sido la previsible: tratar de endurecer su posición, acelerar la marcha hacia el socialismo y buscar constantemente confrontaciones tanto en el ámbito doméstico como en el internacional. Pero nada le ha salido bien. Fracasado su intento de imponer el socialismo autoritario por la vía constitucional, tras perder el referéndum de diciembre, ha comenzado a proceder por la vía de los hechos, propiciando la toma de haciendas azucareras y productoras de leche, estatizando la producción de cemento y prometiendo hacerse cargo a corto plazo de la principal acería del país (Sidor).
 
El comandante pretende con estas medidas que el Gobierno se haga cargo directamente de la producción y la distribución de la mayoría de los bienes. No entiende que así sólo logrará reducir la producción interna, disminuir la calidad de los productos al alcance del consumidor y acercar Venezuela a las penurias que viven desde hace medio siglo los sufridos cubanos.
 
Raúl Castro.No se presentan mejor las cosas para el Gobierno venezolano en el plano internacional. Puestos en evidencia sus lazos con las FARC, y mostrando de paso su incapacidad para que esos terroristas liberen algunos rehenes, Chávez parece ahora tener menos capacidad de liderazgo, especialmente cuando la Cuba de Raúl Castro amaga con emprender algunas tímidas reformas. Es cierto que puede cosechar, en los próximos meses, algunos éxitos en países pequeños como Paraguay o El Salvador, pero, en todo caso, el comandante venezolano está ya a la defensiva y no tiene demasiado margen para desarrollar una política internacional más expansiva. Con crecientes dificultades en el "frente interno", Chávez debe dedicarse a atender los problemas que ha suscitado, precisamente, el curso socializante que lleva su Gobierno.
 
Por ahora, sin embargo, sus amenazas políticas provienen más de sus partidarios que de sus adversarios. La oposición se ha centrado en las próximas elecciones parciales, que se tendrán lugar en noviembre y en las que se disputarán las gobernaciones y alcaldías del país. Pero su discurso, en muchos casos, se ha contaminado del populismo reinante: pocos son los que se atreven a criticar la progresiva estatización de la economía y a defender abiertamente el libre mercado y el respeto irrestricto al derecho de propiedad: algunos, porque en su fuero íntimo también son socialistas, aunque de un tipo más democrático y civilizado que el de Chávez; otros, simplemente, porque temen que se les llame "derechistas" o "neoliberales", lo que piensan les quitará aceptación ante el público.
 
Pero Venezuela, que afronta una crisis política y moral de creciente magnitud, necesita ante todo franqueza y un liderazgo claro y definido, porque no se puede luchar de un modo efectivo contra los males del socialismo si no se desenmascaran sus engaños y si no se proclama la realidad de que sólo una economía libre, no sometida a la tutela del Estado, puede generar paz y bienestar.
 
 
© AIPE
 
CARLOS SABINO, doctor en Ciencias Sociales y profesor de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala).
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