Menú
CRÓNICA NEGRA

Atracos de nuevo cuño

Hemos entrado en la era Petru Arcan, que comenzó en 2001, una odisea del robo, cuando un moldavo psicopático hizo famoso el asalto a un chalet de Madrid en el que supuestamente, para robar, agredió bárbaramente a todos los ocupantes.

Hemos entrado en la era Petru Arcan, que comenzó en 2001, una odisea del robo, cuando un moldavo psicopático hizo famoso el asalto a un chalet de Madrid en el que supuestamente, para robar, agredió bárbaramente a todos los ocupantes.
Era el comienzo de un tipo nuevo de delincuencia que los periodistas divulgaron en su enormidad y por lo que decenas de ellos están condenados y aguardan ahora una sentencia de tribunales superiores que indique, de forma meridianamente clara, la prevalencia del derecho a la información, en asuntos de tanta trascendencia, en su colisión con otros, como la intimidad o la protección de menores, que harían imposible que la sociedad se entere de lo que pasa para preservar la integridad física y la hacienda.
 
Aquella fue la oportunidad perdida de enterar a todos de que un gran peligro nuevo nos acecha. La delincuencia ha dado otra vuelta de tuerca. Cinco años después, el modelo Arcan se ha expandido, dominando la escena, mientras los periodistas son empujados a la autocensura. A partir de entonces, sujetos provenientes de países del Este y de otros lugares del mundo han actuado entre informaciones confusas e incompletas, dedicados al ensayo de procedimientos delictivos hartamente probados en sus lugares de origen. Hoy, la amenaza se ha generalizado y diversas asociaciones de maleantes, incluidos delincuentes autóctonos, participan en el nuevo filón delictivo. Se afirma que han detectado acentos extranjeros, pero el acento se finge o se disfraza. No son sólo los extranjeros.
 
La ferocidad de la rapiña de los nuevos atracadores encuentra en España una sociedad desprevenida, acostumbrada a vivir segura, incluso en pueblos del interior, aislados y solitarios, o urbanizaciones separadas del mundanal ruido. Todo eso se ha acabado. Encontraron un panorama hartamente prometedor, por lo que enseguida pusieron en marcha el brutal ataque.
 
En general, el peligro hasta entonces era que pudieran entrar en tu casa cuando no estabas, o en la segunda residencia en los periodos que permanece cerrada. Pero estos cafres vienen con ideas radicalmente contrarias: es mejor que estés dentro, para sacarte los secretos a coces, y si están tus retoños, amenazarlos o golpearte en su presencia, hasta que cantes el número de la tarjeta, la combinación de la caja fuerte o el escondrijo de las joyas y el dinero.
 
La primera regla de los nuevos ladrones y atracadores es la brutalidad; la segunda, la organización casi militar; la tercera, la frialdad de ánimo; la cuarta, ir siempre armado, y la quinta, tener preparada la vía de escape. Si entran en un domicilio particular, como cuando asaltaron recientemente, en Gerona, al pívot y estrella del baloncesto Roberto Dueñas, un gigante de más de dos metros, tratan de sorprender al propietario en la cama, sin darle tiempo a reaccionar, y lo amenazan con un destornillador u otro objeto punzante hasta desvalijarle. No les asusta su envergadura, porque saben que están ante personas pacíficas.
 
Si entran en un chalet, por ejemplo en Matadepera, Barcelona, sorprenden a toda la familia, coaccionan al dueño, lo levantan de su lecho, lo atan y amordazan, y si no quedan satisfechos con el botín se llevan a la compañera sentimental, incluso con un niño de cinco años, para estar seguros de que colaborarán en todo, hasta que consigan el puñado de euros de las tarjetas de crédito robadas.
 
En esta tipología delictiva se mezcla el asalto al chalet modelo Arcan con el secuestro express, que terminó cuando la joven y el niño fueron hallados encerrados en el maletero de un coche, también robado.
 
En las últimas semanas han entrado en bares o restaurantes haciendo alarde de crueldad. Gastan pocas palabras. En una casa de comidas golpearon a la propietaria, una señora de edad madura, hasta provocarle graves secuelas físicas y psíquicas. En un bar de Valencia machacaron al dueño, al que sorprendieron a solas, y lo mortificaron con descargas de pistola eléctrica de esas que se usan para conducir ganado.
 
Normalmente son bandas de tres a ocho individuos, que actúan encapuchados y a los que distingue lo rudo de sus formas. En alguno de sus atracos advierten: "Estate quieto o te rebaño el cuello. A mí me da igual, pero no vuelves a ver a tu familia". Nada que ver con aquellos delincuentes patrios que preferían robar cuando la casa estaba sola, que huían si eran descubiertos y no llevaban armas, para no agravar el delito de hurto o robo con fuerza.
 
Estos criminales comienzan por herir y amenazan la integridad y la vida. Si hay niños, abusan de la situación. Están entrenados, y acostumbran enfrentar con violencia cualquier contrariedad. Preparan de antemano las acciones, vigilan a las posibles víctimas y las eligen con maestría. En ocasiones ponen en marcha todo un dispositivo de comando, como hacen los miembros de la llamada Banda de las Excavadoras, que actúan preferentemente en Valencia, Teruel, Tarragona y Murcia, aunque gozan de una extraordinaria movilidad y no cesan de ampliar el campo de acción.
 
Los atracadores de la excavadora, de los que no se sabe si son una sola banda o varias, eligen pueblos pequeños sin protección policial, cortan las carreteras de acceso, mediante la tala de árboles o el cruce de vehículos inmovilizados, y asaltan de madrugada la entidad bancaria, arrancando el cajero de cuajo con la excavadora para trasladarlo en un camión hasta el lugar del saqueo. Son criminales avezados que actúan tras un estudio sociológico y geográfico de la zona, aunque a veces, como en las localidades de Prades y Gátova, los vecinos logran espantarlos con gritos y ruido de petardos como tiros de escopeta.
 
Al futbolista David Beckham le han robado su coche ultramoderno y ultraprotegido, grandes perfumerías de la capital de la nación han sido vaciadas por el método del butrón, aprovechando los días de fiesta o los largos puentes. No es más que un catálogo apresurado de la perturbación. Los nuevos ladrones y atracadores planean operaciones de profundo calado y gran beneficio. Se atreven a actuar a la luz del día y son capaces de sorprender a clientes y empleados de un gran centro comercial, armados y decididos.
 
Lo último es que han pasado de la brutalidad a la tortura. En uno de sus últimos asaltos, se cuenta que produjeron graves quemaduras al dueño del chalet, que se repone en Cuidados Intensivos. Se dice que son capaces de enchufar la plancha de la ropa, nada más entrar en el lugar del atraco, para aplicarla a la piel de sus víctimas hasta que lo entreguen todo.
0
comentarios