Menú
MEMORIAS ERRÁTICAS

Del CERN y las Bellas Artes

Cuando yo circulaba por la Complutense, los estudiantes que andaban faltos de dinero usaban dos recursos para salir del apuro: la venta de sangre (la suya, se entiende) y el posado en la Escuela de Bellas Artes.

Cuando yo circulaba por la Complutense, los estudiantes que andaban faltos de dinero usaban dos recursos para salir del apuro: la venta de sangre (la suya, se entiende) y el posado en la Escuela de Bellas Artes.
Entonces me había hecho a la idea de que era aquello una peculiaridad española y, más aún, madrileña, pero unos años después descubría que la segunda de estas actividades también era una fuente de ingresos para estudiantes arruinados en Berlín y en ciudades suizas que, como Basilea y Ginebra, disponían de escuelas para la formación artística.
 
Durante mi segundo invierno berlinés había posado por primera vez para una clase de pintura de la imponente Schule für die Darstellende Künste. Fui en sustitución de una amiga, que era la que oficialmente hacía el trabajo y la que cobraba por él. El cambiazo necesitaba del consentimiento del profesor, en aquel caso profesora, que era quien firmaba el papelito que luego terminaba convirtiéndose en dinero para el modelo.
 
Con el mismo truco posaría unos meses después en la Escuela de Bellas Artes de Basilea. Y en Ginebra se presentó la ocasión de volver a darle gato por liebre a la burocracia. El novio de una hermana de Jim estudiaba en la Ecole Supérieure des Beaux-Arts y conocía a un estudiante español que solía hacer de modelo y podía pasarme algunas sesiones. Nunca logré enterarme de los entresijos del tinglado, pero saqué la impresión de que la contratación de modelos estaba perfectamente reglamentada y que los estudiantes de Bellas Artes tenían prioridad a la hora de acceder al posado.
 
El español, que era vasco y aprendiz de escultor, arregló el asunto con los profesores y me presenté en su lugar unas cuantas veces. En la Ecole ginebrina el ambiente era menos simpático que en Basilea. Ya no me sorprendía. Daba por hecho que las diferencias entre la Suiza alemana y la francesa contrariaban siempre el estereotipo del germano rígido y cerrado frente al latino, en este caso afrancesado, abierto, flexible y sociable.
 
Posar era un trabajo mucho más agradable que el ménage, pero no tan bien pagado. ¡Tantos ojos concentrados en uno! ¡Tanta atención! Qué más podía pedirse. La única dificultad radicaba en que había que estar inmóvil, manteniendo la pose espontáneamente adoptada o sugerida por el profesor, durante un rato que parecía interminable. Para alguien inquieto era un suplicio. Por lo general, basta que uno sepa que no debe mover un músculo para que le entre un baile de San Vito interno y necesite imperiosamente cambiar la posición de un pie.
 
Edvard Munch: EL GRITO.La otra regla de oro del posado era no ver nunca, en ningún caso, los dibujos y pinturas que habían hecho los alumnos inspirándose presuntamente en la figura y el rostro de la modelo. Si se cometía ese error, toda la autoestima ganada en la primera parte de la función se perdía irremisiblemente, y aparecían en su lugar terribles dudas acerca del aspecto que uno presentaba, el mismo que una hora antes, al inicio de la sesión, imaginaba que era admirado por aquella pandilla de ineptos. Pues, ¿cómo era posible que salieran de sus manos aquellos retratos espantosos? Ya digo, era mejor abandonar la sala sin haberles echado un vistazo a los lienzos y papeles que emborronaba el alumnado, aunque esa observación le diera a uno una idea aproximada de las dificultades que entraña la pintura figurativa.
 
Un día el vasco me llamó para otra faena del mismo tipo, pero que debía realizarse en el CERN, el gran centro de investigación científica que tiene su sede, desde su fundación en los años 50, en Ginebra. ¿Qué diablos relacionaba la física nuclear con la pintura? ¿Qué había en común entre la aceleración de partículas y el desnudo? Nada, aunque vaya usted a saber. Pero unos empleados del Centro le daban al pincel en sus horas de asueto y en aquel momento buscaban un modelo para algunas sesiones. Se lo habían propuesto al vasco, y éste me lo traspasaba a mí.
 
Los aficionados practicaban su hobby en las instalaciones mismas del centro, a las que se llegaba en un autobús cuya estación término era justamente el CERN. Uno se encontraba allí con un conglomerado de edificios de edad provecta, a medio camino entre los institutos de enseñanza media y las facultades universitarias. Al final de la tarde, hora en la que se entregaba aquella gente a su amor por las bellas artes, que según me pareció no era correspondido, las instalaciones estaban desiertas y penumbrosas. El rincón del pintor lo habían montado en un aula, accesible tras recorrer un laberinto, y era tan pequeña que resultaba incómodo posar.
 
No eran más de siete los artistas in-the-making, la mayoría mujeres, y una señora de unos cincuenta años llevaba la batuta. Había allí, por lo visto, algún científico, algún técnico, algún administrativo, y también alguna esposa de sabio. Fui en dos ocasiones al gran laboratorio aquél, y tuve la impresión de que debían de pagar muy mal a los empleados, pues les costaba sacar los pocos francos que se llevaba la modelo. O era eso, o se sentían decepcionados por el resultado de las sesiones. Representar una figura humana era más difícil de lo que les había parecido. Pintar bodegones y paisajes campestres que por allí tenían a mano se ajustaba más a su nivel.
 
Mientras entraba y salía yo de estas ocupaciones coyunturales, y de casas y pisos ajenos, trataba de responder al gran interrogante. Se había abierto antes de empezar la escapada y seguía sin cerrar después de seis años y pico de nomadismo. ¿A qué dedicarse? Los trabajillos eran para ir tirando, nada más. Pero me estaba cansando de ir tirando. Quería una ocupación más o menos seria, y me olía que para encontrarla no tendría más remedio que volver al cauce convencional. Y que como tantos de aquellos aprendices de pintor para los que posaba, también yo debía renunciar a las bellas artes.
 
 
Pinche aquí para leer las entregas anteriores de MEMORIAS ERRÁTICAS.
0
comentarios