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LA FIESTA

De José Tomás a Diminuto

"Sería completamente ridículo considerar a España como un lugar poético y pintoresco. No es ni lo uno ni lo otro. Es mucho más. Es un poeta". Y, añadimos nosotros, no entre nadie en una plaza de toros que no sepa de poesía, que no sea un poeta.

"Sería completamente ridículo considerar a España como un lugar poético y pintoresco. No es ni lo uno ni lo otro. Es mucho más. Es un poeta". Y, añadimos nosotros, no entre nadie en una plaza de toros que no sepa de poesía, que no sea un poeta.
Acaba de publicar la editorial Demipage La corrida del 1 de mayo, un librito que escribió el escritor y cineasta francés Jean Cocteau sobre toros, sobre España, sobre la piel de toro. Bellamente ilustrado con algunos de sus dibujos taurómacos, la visión de Cocteau de España y sus costumbres es humilde y sensata. Sus observaciones traslucen un ansia de aprender y asimilar, de hacer propia una cultura por la que siente admiración y cariño. Así, apunta: "... los españoles me cuentan que, en una corrida, tan solo cinco o seis personas comprenden exactamente lo que pasa".

Por ejemplo, sobre el presunto corridón, aunque finalmente corridilla, del jueves en Córdoba –cartel mayúsculo: por orden de antigüedad: Morante, Perera, Luque–, leo –a dos críticos de talante cítrico– que el tercer toro fue magnífico:
Daniel Luque se equivocó con el que fue el toro con más calidad de la tarde. Se llamaba Diminuto y salió en tercer lugar;
y que fue un desastre
... con un tercer ejemplar indigno para una plaza de primera categoría... Ese tercer toro, de nombre Diminuto, fue toda una muestra de lo que no debe ser un toro bravo.
Luego hay quejas sobre los críticos de cine ...

En realidad, lo que sucedió fue, como diría Fernando Arrabal, una ceremonia de la confusión: toros vacíos, toreros ciegos. El toro es un instrumento que el torero debe afinar y con el que finalmente debe interpretar esa música callada del toreo de la que hablaba Bergamín. Pero si el instrumento está construido en plástico, no cabe esperar una inspirada puesta en escena. Aunque también es exigible a las máximas figuras del escalafón que ahonden en su arte, a expensas de tardes más diáfanas.

José Tomás.El martes anterior había toreado José Tomás en el otro gran cartel de la Feria cordobesa, acompañado de Finito de Córdoba y José Luis Moreno, ambos cordobeses. El duelo entre los de la tierra lo ganó con aplastante rotundidad el segundo, que derrochó entrega y pundonor ante unos toros limitados, a los que supo exprimir toda la torería que llevaban dentro en sendas faenas, en las que fue de menos a más. Dos orejas en el primero de su lote y una segunda en el que cerraba plaza le abrieron la Puerta Grande. No fue así con Finito, gran esperanza de la afición cordobesa pero que temporada a temporada defrauda las expectativas. De hecho, se ha pasado a la situación opuesta, con gran parte del público decididamente enfrentado a su manera elegante, sobria y despegada de desplegar el arte de Cúchares. Si en el primer toro aburrió al personal con una sucesión de plúmbeos pases que desembocaron en el callejón sin salida de una torpe estocada, en el segundo hizo una faena elegante y sentida que remató con una gran entrada a matar... que finalmente tiró al cubo de la basura con la puntilla del descabello.

A José Tomás lo suelen comparar con Manolete. Por su estilo puro a la vez que por la variedad de su repertorio técnico. También podríamos compararlo con Camarón o Jimmy Hendrix, tipos que entregaban su propia vida al cantar. Tomás no canta, baila, pero da igual. Porque, como también dejó escrito Cocteau,
la corrida, el flamenco, son un idioma que se habla con el cuerpo.
Los que no acaban de entender el éxito de Tomás entre aficionados de todo el escalafón –que también hay escalafón en los tendidos– es porque no tienen en cuenta lo que decía Marcel Duchamp sobre el arte contemporáneo:
... no se puede comprender mediante el intelecto, sino que se siente a través de una emoción que presenta ciertas analogías con una fe religiosa o una atracción sexual.
Con jerga cotidiana de hoy en día, podemos parafrasear al propio Duchamp y establecer que hace falta mucha inteligencia emocional para asimilar y digerir la presencia estética, el impacto trágico, el potencial técnico que despliega Tomás ante los toros.

Hace doce años, mayo de 1997, escribía el admirado y recordado Joaquín Vidal:
Y llegó José Tomás (...) Llegó José Tomás, se echó la muleta a la izquierda y acabó con el cuadro (...) El torero no ha muerto (...) El toreo es tal cual lo realizó José Tomás (...) El triunfo del torero era incuestionable pero en el clamor que le acompañó cuando salía a hombros por la puerta grande se celebraba algo más: se celebraba la recuperación del toreo eterno, el reencuentro feliz con la grandeza del arte de torear. Llegó José Tomás y, desde entonces, tienen un antes y un después la feria y la fiesta.
Pues doce años no son nada. En Córdoba, José Tomás llegó y demostró una vez más que es el número uno del escalafón de los que saben. Su abanico de destrezas es impresionante, de las verónicas a las manoletinas pasando por las chicuelinas, los naturales, los estatuarios y el toreo circular y ligado. Sin temeridad, sin tremendismo, con talento, con templanza.

En la última película de la saga Terminator, que se estrena el próximo fin de semana, se pregunta el protagonista: "¿Qué es lo que nos hace humanos? No es nada que puedas programar... En la fuerza del corazón humano reside la diferencia entre nosotros y las máquinas". Es la tremenda pasión de José Tomás por encontrar la suprema pureza y la eterna perfección en una faena, y el incentivo que empuja a los mejores de sus compañeros, lo que hace que la ceremonia de la tauromaquia siga teniendo un horizonte de futuro.


Plaza de toros de Córdoba. Feria de la Salud. Martes, 26 de mayo. Toros de Las Ramblas para José Tomás (tres orejas), José Luis Moreno (tres orejas) y Finito de Córdoba // Jueves, 28 de mayo. Toros de Buenavista para Morante de la Puebla, Miguel Ángel Perera (una oreja) y Daniel Luque.

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