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CRÓNICA NEGRA

¡Abajo la ley de Lynch!

Al parecer, el miércoles por la noche un hombre de 37 años, Manuel, tembloroso, agobiado, forzado por su ansia, trató de dar un golpe en un salón de juegos de Málaga empuñando un arma blanca.

Al parecer, el miércoles por la noche un hombre de 37 años, Manuel, tembloroso, agobiado, forzado por su ansia, trató de dar un golpe en un salón de juegos de Málaga empuñando un arma blanca.
La gente está cansada de la delincuencia. Le produce rechazo y asfixia ver cómo los desharrapados invaden los parques, se mean en las esquinas, atropellan a los ancianos, hacen llorar a los niños, acosan a las madres, distraen bolsos, provocan sirlas, extorsionan a los automovilistas; se pasean, en definitiva, como Pedro por su casa por lugares antaño dominados por la cortesía, la amabilidad y la hospitalidad, provocando el miedo, el horror.

Las leyes han perdido su efecto disuasorio. Los miembros de las mafias se mueven por nuestro país como pez en el agua. Aquí han abierto sede las triadas chinas, la familias del Padrino, las mafias rusas, búlgaras y rumanas. Los delincuentes, que se lo hacían encima cuando veían pasar una pareja de la Guardia Civil por los caminos pedregosos y llevaban buen cuidado de no dejar rastro, ya no temen a los tricornios, que consideran parte de un sistema colapsado.

En Andalucía la gente ha dado el primer aviso, una respuesta angustiosa, desequilibrada; harta de deplorar el comportamiento criminal, ha acabado imitándolo. Manuel, el navajero de Málaga, que quiso darle un tiento al salón de juego, fue sorprendido, perseguido y machacado por los clientes, que, lejos de achantarse, le dieron estopa hasta reventarlo. Le aplicaron la Ley de Lynch, el veredicto del juez de la horca.

Mientras, desde Sevilla, la capital de Andalucía, hace meses que se da ejemplo de inoperancia e impotencia con el caso Marta del Castillo, donde un grupo de individuos, de los que no sabemos a qué se dedican, ni siquiera si son una banda, y que por motivos igualmente ignorados hicieron desaparecer una niña adolescente, retuercen el brazo del Ministerio del Interior y tienen enloquecidos a los encargados de ese asunto sin pies ni cabeza.

La búsqueda de Marta, o de lo que quede de ella, ha provocado un grave estrés social. Todo el país está dolido, desesperado, angustiado por si le sale la bola negra de la suerte. La ley y el orden ceden ante los pequeños delincuentes armados de una navaja, como la de Manuel, lapidado el miércoles, sacado a patadas y mojicones y abandonado sin vida en el polvo.

El espectáculo de los jueces estrella nos abochorna, mientras el grueso del trabajo está por hacer. Los ciudadanos se sienten desamparados, dueños de su equívoco destino. Capaces de enloquecer ante una navaja. Es una prueba del grave desgobierno: en España ya no sólo delinquen los delincuentes. Antes de que nos fallen las fuerzas, que conste que nos oponemos. ¡Abajo la Ley de Lynch!


FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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