Menú
Francisco Pérez Abellán

Los atracadores, a por los ancianos

Los ancianos no solo son víctimas de robos en sus casas, también en la calle y a la salida de los bancos.

En los últimos meses los abuelos están siendo machacados por los atracadores, pese al plan de seguridad diseñado para ellos por el Ministerio del Interior. El año pasado las Fuerzas de Seguridad realizaron en Madrid más de 1.400 actuaciones de protección de ancianos. De ellas, un poco más de mil fueron en represión de sucedidos específicamente contra el colectivo mencionado, y otras 385 fueron charlas en centros de la tercera edad y asociaciones comunitarias. El pasado no importa, porque ahora se ven envueltos en una dura lucha para quedarse con la parte de la pensión que les deja el Gobierno.

En las charlas los agentes insisten en la mirada periférica, por si alguien los sigue; pero hay a quien no le asiste ni la agudeza visual ni le acompaña el porte necesario para espantar al malhechor y pasa a ser mansamente objetivo principal.

Los ancianos no solo son víctimas de robos en sus casas, también en la calle y a la salida de los bancos. A ellos todos les roban. Dice Cifuentes, la delegada del Gobierno en Madrid, que los policías también pueden ayudar a los abuelos a ir al banco, a cobrar la pensión.

Por mi parte, le tomo la palabra. Ya puede la señora delegada decirle a la pasma o a los picoletos que recojan la artillería y se marquen una de acompañamiento, llevando a la flor de la senectud a cobrar las pensiones. Porque tienen todo el derecho del mundo a librarse de una vez por todas del buitrerío, en este país tan flojo, que tan poco respeto tiene a sus mayores, espantando a los merodeadores que les esperan en el portal de sus casas para arrancarles el bolso y la calderilla que les deja Hacienda, a la salida de la caja, o en la puerta del banco, para quitarles la pensión, o en la boca del metro, o en el interior de los vagones, para meterles la mano hasta la camisa.

Los ancianos pierden movilidad, ven poco o ven mal, aunque cada vez conservan mejor vista, y son incapaces de percibir la amenaza en los lobos disfrazados de cordero, que cuando vienen de hacer la compra, o de cobrar, suben con ellos en el ascensor hasta empujarles frente a la puerta de su casa, cuando acaban de abrir la cerradura, y se aprovechan de sus escasas fuerzas para dejarlos más pelados que una raspa de gato taleguero. Rodeados de policías, ni siquiera los directores de agencia más osados se habrían atrevido nunca a especular con las pobres pensiones de los ancianos. Pero antes de que llegara Cifuentes estaban totalmente expuestos al riesgo de los traficantes de preferentes. Y eso sí que se ha acabado.

Las abuelas se ven servidas por indeseables que se ofrecen a subirles la bolsa con la verdura o la botella de leche. Buscan mujeres de más de 70 años. Y cuando están solas en la escalera, las empujan al suelo. Un par de tipos de la bofia se deberían dar una vuelta por el barrio cada final de mes, en cada barrio, a la vez que unos picos en furgones camuflados vigilan la llegada de los cogoteros, o los expertos en el timo de la mancha. Los que echan un billete al suelo ante el cajero, para robarles después de despistarlos, mientras los ancianos tratan de doblar la rodilla con artritis, intentando averiguar si lo que hay en el suelo es de verdad un billete o el envoltorio de una chocolatina.

Si la policía puede acompañarles, que lo ha dicho Cifuentes en el ABC, que es un periódico serio, ya vale, porque estamos salvados. Y si la pasma no puede, que les acompañe la propia Cifuentes, con su escolta. Nada mejor para pacificar el cotarro e imponer el orden. Una vigilancia de patrulla vecinal.

El caso es que pare ya la ofensiva contra los mayores que son asaltados por sirleros, ladrones de bolsos, descuideros, timadores y atracadores a domicilio que se llevan las joyas de la familia y todo lo de valor. O les dan impunes la estampita y el tocomocho.

A las ancianas, en algunas ocasiones, las golpean y amordazan, dejándolas maniatadas. Imagínense a sus abuelas en esa posición. O a sus ancianas madres. Hay hasta cuarenta robos en viviendas cada día. Y los asaltantes suelen ser gente que no tiene madre ni abuela.

En España

    0
    comentarios