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Francisco Pérez Abellán

Mateo Morral, 110

Es alarmante la historia que se enseña en nuestro país, salvo honrosas excepciones.

Se cumple el 110 aniversario de la única bomba envuelta en ramo de flores, en el mayor atentado contra la monarquía en España, la arrojada por Mateo Morral al paso de la carroza de los reyes el día de la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, frente al número 88 (hoy, 84) de la calle Mayor de Madrid. La explosión provocó 23 muertos en el acto y 108 heridos graves. La mayoría, ancianos, mujeres y niños. El aniversario será el próximo día 31, dado que el bombazo fue en esa fecha de 1906.

Es alarmante la historia que se enseña en nuestro país, salvo honrosas excepciones. El halo de romanticismo y falsa entrega que se le atribuye al terrorista hizo que el 11 de junio de 1937, en plena guerra civil, el Ayuntamiento cambiara por un tiempo el nombre de la calle Mayor cometiendo la aberración de llamarla de Mateo Morral, en conmemoración de este asesino de masas. Igualmente fue desmontado el gran monumento a las víctimas, siendo sustituido mucho más tarde por el muy modesto que hoy puede contemplarse frente a la fachada del restaurante Ciriaco. No es extraño que el terrorismo haya florecido durante décadas en este país tan fementido.

A la deformación histórica contribuyeron los más famosos escritores, como Valle Inclán y Pío Baroja. Valle escribió un poema, "Rosa de Llamas", que exalta al criminal: "Por tu verbo negro de Mateo Morral", y Baroja afirma que Morral “era el único joven verdadero de su generación”. El asesino frecuentaba la horchatería Candelas, en la calle Alcalá, frente a La Equitativa, en la que se reunían muchos intelectuales que coqueteaban con el anarquismo pero que luego fueron dándose de baja con sordina. Si la investigación del atentado hubiera sido rigurosa, todos tendrían que haber declarado ante el juez para establecer su grado de implicación. Solo fue interrogado Julio Camba.

El asunto es muy mal conocido, y puedo afirmar que casi todo lo que se ha difundido hasta ahora es mentira. Morral era un dinamitero que no actuó como un valeroso joven utópico sino de brazo armado de una poderosa organización que, al hilo de los magnicidios del último siglo y medio, ejercía de instrumento de una forma nueva de hacer política: asesinar a la cabeza del poder para cambiarlo.

Prueba de la ignorancia, incluso hoy, de los medios de comunicación, Pepe Ribagorda, editor del telenoticias de Tele 5, en un video que tiene colgado en internet sobre el asunto, dice sin empacho que Alfonso XIII se casó con María Cristina de Habsburgo. Comete un grave incesto por lapsus. Lo hace en conversación con el dueño de Casa Ciriaco, Godofredo Chicharro, recientemente fallecido, que afirma que Morral tiraba tomates desde el balcón para afinar la puntería a la hora de arrojar la bomba. Sin embargo, mi buen amigo Godo se hace eco de una falsedad muy difundida, como otra de la que hace mención un admirado catedrático de Derecho Constitucional: que el artefacto dio en el cable del tranvía y por eso no cayó de lleno sobre el coche de los reyes. En toda la causa nadie habla de que la bomba tropezara con cable alguno. Tampoco nadie vio a Morral tirando tomates. La insoportable ignorancia hace que en internet se tome como una gracieta la existencia de la pretendida "Floristería Mateo Morral, dígaselo con flores". Se trata del mismo humor criminal que puso a Morral en el callejero.

Lo peor es que durante más de un siglo ha colado que, tras escapar sin tacha del cerco del Ejército y la Policía que rodeaba a los reyes, se suicidó en "una finca cercana a Madrid". Y sin embargo mi profunda investigación demuestra que no se suicidó, sino que le suicidaron, no encontrándose jamás a los cómplices ni ejecutores, aunque están ahí y pueden verse. Morral no era el adalid de un anarquismo inexistente y dotado de un injusto reconocimiento, sino un ser envilecido, comido por la enfermedad venérea en el mismo acto de cometer el crimen contra el pueblo de Madrid que trajo el explosivo en una lujosa maleta de cuero con su estilo de gran avilantez, que incluye iniciales bordadas y tenacillas para hacerse el bigote, ejecutado para taparle la boca disfrazado de obrero en la finca Soto de Aldovea, propiedad de la familia del Conde de Romanones, a la sazón el más ineficaz ministro de Gobernación que jamás haya existido.

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