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Francisco Pérez Abellán

Que parezca un suicidio

La muerte del fiscal Alberto Nisman tiene todos los visos de ser un escandaloso asesinato largamente anunciado.

La muerte del fiscal Alberto Nisman tiene todos los visos de ser un escandaloso asesinato largamente anunciado en la TV que el gobierno argentino ha pretendido hacer pasar por suicidio hasta que la propia presidenta, principal impulsora de la versión, tuvo que cambiarla sobre la marcha. Esto hace que se tambalee el gobierno Kirchner.

El secretario de Seguridad, que fue descubierto en la escena del crimen antes de que llegara el juez instructor, sin legitimidad alguna para estar allí, fue quien primero afirmó: "Todo apunta a que ha sido un suicidio", después de su paso por el lugar. La fiscala Viviana Fein, que prescindió de él, acto seguido hizo también un papelón apostando por la versión del suicidio y hasta se atrevió a lamentar que la prueba del microscopio con barrido electrónico no encontrara residuos de disparo en la mano del muerto, lo que indica de forma científica que él no disparó. Después dijo que la pistola hizo fuego a un centímetro de la cabeza. La distancia normalmente no puede asegurarse con precisión pero un disparo que no sea a cañón tocante conlleva un grave riesgo de no conseguir plenamente el objetivo. Por eso muchos suicidas se disparan dentro de la boca. Es útil recordar que el periódico El País se ha adelantado en dar solidez a la versión suicida en sintonía con el exjuez Garzón.

Aquí, como dicen los ingleses, la cola menea al perro. Las investigaciones empezaron a desinformar a los ciudadanos asegurando que el fiscal que estaba amenazado de muerte había despedido a los guardaespaldas –tenía diez policías que velaban por él– para enfrentarse solo al terror de un fin de semana previo a la presentación en el Congreso del informe que señala a Cristina Kirchner como encubridora del terrorismo que acabó con más de ochenta judíos en la AMIA.

Yo creo más probable que los policías se retiraran o fueran retirados sin que la víctima fuera consciente. Nisman, que era judío, debía permanecer atrincherado en su casa, con la puerta de atrás prácticamente abierta y un pasadizo del aire acondicionado que lo comunica con el apartamento vecino, con el que no se había tomado precaución alguna. Aunque para combatir todo eso "le había pedido prestada" una pistola del 22 a un colaborador ahora sospechoso.

En la campaña con la que tratan de imponer que el fiscal se quitó la vida la víspera del culmen de su carrera profesional vierten informaciones contradictorias, una de ellas que era experto en armas. Si lo era, ¿cómo iba a utilizar una pistola del 22 como defensa sabiendo que si hieres con un 22 a un asesino en un brazo es capaz de matarte a tortas con ese mismo brazo?

No obstante, con el pequeño calibre del 22 se han cometido grandes crímenes. En Madrid, el de los Urquijo, por ejemplo. Y, sin ninguna duda, el asesinato de Nisman. Por eso yo también habría imputado en primer lugar al dueño del arma del crimen. Además, resulta poco clara la explicación de cómo se las arregló para acceder a uno de los edificios más seguros de Buenos Aires con el arma.

Vaya por delante mi respeto intelectual y admiración por el pueblo argentino y por el mismo país, Argentina, mi primer destino hispanoamericano, aunque lamento sus pésimos gobernantes, quizá una de tantas tradiciones heredadas de España. La muerte de Nisman ha sido sobre todo un fallo de seguridad morrocotudo, de lo que aquí sabemos bastante. La presidenta, incluso, sabedora de lo que estaba pasando, debería haber doblado la seguridad en el entorno de Nisman para evitar en todo momento que cualquier cosa que le pasara se volviera contra ella.

Por estar los argentinos tan advertidos, las mentiras sobre la muerte de Nisman no han calado. Probablemente estamos ante un asesinato execrable con toda una conspiración detrás que se delata a sí misma, dada la torpeza de sus máximos encubridores.

El cerrajero abrió la puerta de atrás del apartamento de Nisman en menos tiempo que tardó en recoger las herramientas y en el pasadizo oculto se hallaron huellas recientes, tanto digitales como de pisada. Nisman estaba totalmente a merced de sus asesinos, que recibieron una orden escueta, ya saben: "Que parezca un suicidio". Y esto, protegido por diez policías, no es ninguna casualidad. Yo imputaría también a todos los responsables de su protección y luego buscaría a los autores intelectuales.

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