Menú
Francisco Pérez Abellán

Timadores

El timo se ha extendido tanto en la sociedad actual que la gente está indefensa.

El timo se ha extendido tanto en la sociedad actual que la gente está indefensa. Cualquier famoso cae en ayudar a uno que dice que tiene un síndrome raro y que le quedan seis meses de vida aunque viene diciéndolo desde hace nueve años o más. El famosete ingenuo arrastra a sus seguidores tras él. Los sinvergüenzas se han posesionado de las redes sociales y ahora ya no es necesario ir de viaje o salir a la calle para encontrarse con el timador que entra en tu casa a través de internet. En la patria de la novela picaresca, los pícaros lo ocupan todo. El pícaro emboba a los primos, se llame Marcos de Obregón o Perico el de los Palotes.

Durante años los medios de comunicación impulsan los negocios fraudulentos, dan a conocer a los impresentables sin pasar el peine para quitar las liendres. El periodismo ya no surge en las aulas sino en la vida, que está cada vez más achuchada, y que produce informadores de escaso trapío aunque buen corazón. La liendrera carece de uso y todo el mundo está infectado por el pícaro que gasta su recaudación en coches caros, grandes cenas, ropas de marca y lo último de Apple, sea iPhone o tablet. Un mundo de tontería sin límite.

La información como show no elige la verdad sino al que mejor cuenta su cuento. El delincuente mediático triunfa así en el mejunje que la insoportable levedad de la telediversión prepara y las consecuencias son la sorpresa y la frustración. Resulta que hay un tío en los chats que dice que vive gracias a la quimioterapia aunque no tiene la enfermedad que necesita esa medicación, y que tiene que tratarse en Houston (USA) a precio de oro, aunque en su ciudad hay un tratamiento general y gratuito para la afección que sí tiene. Pese a lo cual la solidaridad de los españoles, los buenos sentimientos que no discriminan, le hace rico.

Los timadores mediáticos son no solo efectivos, sino chuletas. Si les descubres, te amenazan con darte un par de hostias. Todo esto pasa ante el festival de la ciberseguridad y otras mandangas. La sociedad española no se ha hecho mayor pero sí más solitaria, donde cada uno es un filón vulnerable para los pícaros que entran en su vida por la puerta de atrás del teléfono móvil. El mejor antídoto es leer El lazarillo de Tormes o La pícara Justina, aunque no sean precisamente series de la HBO ni esa cosa para diputados de segunda que es Juego de Tronos.

Los jóvenes tampoco están a cubierto porque con frecuencia son seducidos por estos timadores que abusan de ellos. El delito se ha adaptado, la prevención no. Es como si se hubieran doblado las posibilidades del timo. Todos los viejos cuentos de manual han pasado a las redes y la constante es que los grandes estafadores duran más en el ejercicio de sus funciones. La recaudación de algunos roza el millón de euros y están tan envalentonados que amenazan con destruir tu reputación si los descubres.

Todo timador que se precie en la actualidad se ha pasado a los trastos informáticos de última generación y encuentra almas cándidas que se pasan la vida en un chat. Antes se bajaba el personal alerta en la estación de Atocha por si aparecía uno a darle la estampita o el timo del enfermo, ahora se bajan las súplicas amenazantes del falso moribundo o el que exagera lo que tiene hasta hacerlo falsamente letal. La información sin discriminar adoctrina a los crédulos haciéndole pensar que en Houston –"tenemos un problema"– está la solución a los males de la medicina. Houston, como diría el torero Ortega Cano después de su experiencia con Rocío Jurado en ese lugar donde no pudieron salvarla, "es carisísimo" y no más eficaz que un hospital español, donde toda enfermedad tiene su tratamiento, dentro de una sanidad universal y gratuita que ya quisieran los de Houston. A ver si se enteran los del pulgar siempre en internet.

En España

    0
    comentarios