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Francisco Pérez Abellán

Veintitrés indicios

La Policía le adjudica un claro motivo para matar, y también que estuvo a solas con la víctima.

Los medios de comunicación, cada vez peor servidos por periodistas nada especializados en el seguimiento de sucesos o directamente afectados por los contratos de becario o subempleo, insisten en que los 23 indicios que señalan a Miguel Ángel López como presunto autor del asesinato alevoso de Maricarmen, la viuda del expresidente de la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo), en Alicante, se han deteriorado fuertemente o han desaparecido. Los comentaristas frikis añaden que está en libertad y no lo estaría si fuera culpable.

Y sin embargo ahí sigue la concatenación de indicios con la misma fuerza con que llevaron a que fuera López el único sospechoso e investigado por el asesinato de su suegra. La motivación de esta deformación de la realidad trasciende los legítimos deseos de la defensa, que sostiene, claro, que su cliente es inocente.

Entre los más fuertes de los 23, yo destacaría el hecho de que durante la vigilia en el tanatorio López comentó a sus amigos que seguramente iba a ser detenido: "Vendrán por mí", dijo de forma inexplicable. Junto a ello mintió reiteradamente al explicar la situación familiar, cuando se trata de un grupo sometido a tensiones insoportables. La Policía le adjudica un claro motivo para matar, y también que estuvo a solas con la víctima.

Negó que la familia de su mujer estuviera dividida, era una de las tres únicas personas que sabían que Carmen iría esa tarde de viernes a recoger su coche; la citó a última hora. Hacía tiempo que no se hablaba con su suegra, pero ese día la estaba esperando y la saludó, ante la sorpresa de la "tía Antonia", que la acompañaba. Según la Policía, tenía las llaves del coche y lo trasladó en persona al lavadero, el mejor lugar para el crimen. Anteriormente el vehículo estuvo aparcado fuera, para su entrega. Apagó su teléfono móvil justo en el momento en el que se cometió. Se marchó de prisa antes de que se descubriera, e incluso desvió a un empleado del lavadero para que se alejara de la escena explicándole que estaría hablando por teléfono y que no la molestara, al sorprenderse aquél porque vio a la señora dentro del coche. Con anterioridad, habría dado fiesta a otro empleado para evitar testigos. La Policía cree que el móvil sería no perder el concesionario Novocar, que está en peligro por la estrategia que impulsa la suegra de quitarle los ingresos simplemente por pertenecer a la familia. López no estaba considerado un gran gestor de los negocios familiares y se barajaba incluso la supresión de su línea de negocio.

El sospechoso tiene derecho a la presunción de inocencia, aunque el juez estimó que esta debía dejar paso a un encarcelamiento preventivo, de varias semanas, como principal imputado. Con posterioridad, la medida de seguridad fue anulada, y López puesto en libertad, en la que sigue, pero imputado, quizá porque el juez no teme que pueda destruir pruebas. La investigación está a punto de concluir y, salvo sorpresas de última hora, el grueso de la acusación está sobre la mesa. Hay quien afirma que no hay pruebas, pero pueden condenarlo por la concatenación de indicios. Hay un gran fallo en la investigación, y es lo poco que se sabe del arma del crimen. López practica tiro olímpico. El crimen se cometió con "una vieja pistola", la única capaz de disparar cartuchos del 38, que es munición de revólver, y que sería una Smith & Wesson de los años 60, con cargador para cinco balas. Un arma que se importaba precisamente para tiro olímpico. Además, la munición estaba manipulada como solo un experto puede hacer. El propósito no ha sido explicado.

Una pistola así, sueño de coleccionistas, tiene que haber dejado un rastro largo y hondo como la sangre del toro sobre el albero. Y sin embargo ni uno solo de los grandes expertos ha explicado su canción a lo largo de la indagatoria ni ha arrojado luz sobre esta auténtica pieza de museo. Maricarmen murió de dos disparos, en lo más oscuro del lavadero, y el asesino se deshizo de la pistola, pero alguien debe de saber cómo consiguió hacerse con ella.

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