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Fundación Heritage

Libertad económica a escala global

Lo que les falta a los gobiernos y a las sesiones globales de trabajo es un total entendimiento del poder de la libertad económica a la hora de crear prosperidad global

La bolsa norteamericana cae 500 puntos. Al día siguiente, los mercados en Europa y Asia siguen el mismo camino. No es sorpresa. La economía mundial es, sin duda, un asunto "mundial"; un estornudo financiero aquí lleva a un resfriado allá, y antes de que se dé uno cuenta, el mundo entero tiene la gripe.

Pero pocas personas se dan cuenta lo raro que es ver a líderes políticos y financieros del mundo hablar seriamente sobre asuntos económicos internacionales de forma inequívoca.

Ciertamente, hay muchísimas negociaciones sobre asuntos comerciales y financieros en la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Con todo, hay poco debate serio sobre lo que realmente hace que las economías crezcan y prosperen: la libertad económica.

¿Cree que sucede en la Cumbre Anual del G-8, la reunión de las ocho democracias industrializadas más importantes del mundo y Rusia? Piense otra vez. Si usted tiene un plan sobre el cambio climático, llévelo al G-8. Si tiene un plan de paz para Oriente Próximo, por favor, póngalo en el comunicado del G-8. Pero no espere mucha discusión sobre las ventajas de tener impuestos más bajos, de los derechos de propiedad y del gasto público limitado.

¿Quizás ese debate tiene lugar en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza? Tampoco allí hay mucha suerte. En el escenario, usted ve a Bono charlando con Al Gore sobre el cambio climático. O si no, a Tony Blair hablando sobre algo llamado "el poder de la innvoación colectiva".

Pero lo que estos foros e instituciones –en realidad, el mundo entero– necesitan es un debate serio sobre qué hace que las economías funcionen o no. Necesitamos mercados que generen puestos de trabajos e inversión y que faciliten los contactos entre compradores y vendedores a precios bajos. Los mercados no pueden hacer eso cuando están agobiados con excesivos impuestos y regulación.

Como muestra el Índice de Libertad Económica 2008 de la Fundación Heritage y el Wall Street Journal, lo que les falta a los gobiernos y a las sesiones globales de trabajo es un total entendimiento del poder de la libertad económica a la hora de crear prosperidad global.

El Índice revela cómo los impuestos bajos, una politica de apertura al comercio y a la inversión, una sólida política económica y otras medidas de libertad económica están entre las fuentes más fiables del desarrollo económico a largo plazo.

Usted podría pensar que todo esto es más que obvio. Pero el libre comercio y la libertad económica están bajo ataque en Washington y en muchas capitales de Europa, Hispanoamérica y Asia. Políticos y líderes menosprecian el libre mercado y promueven políticas que son contraproducentes o, peor aún, proteccionistas.

El lío financiero actual sólo empeora las cosas. Ha desatado una negativa reacción contra el libre mercado, incitando a algunos políticos a denunciarlo como una "fracasada filosofía económica".

Los foros internacionales creados para incentivar el comercio y la apertura de los mercados están pasando apuros a la hora de fomentar los principios del libre comercio. La OMC está en punto muerto, con muchos miembros renuentes a renunciar a sus aranceles, cuotas u otras medidas que restringen el libre flujo de bienes y servicios.

Las iniciativas del Banco Mundial y del FMI para alentar la libertad económica son erráticas. La ONU sigue siendo ideológicamente favorable al socialismo y aspira a consolidar su papel como regulador, autoridad judicial y medio para redistribuir ingresos.

¿Cuál es la respuesta? Una nueva asociación de economías libres que fomente una mayor libertad económica y una sólida política económica. 

Estados Unidos debería liderar un proyecto para que se instituya un Foro Global de Libertad Económica (GEFF, por sus siglas en inglés) con los jefes de estado de unas 20-25 naciones. Cada año, podrían tener una cumbre para aportar soluciones comunes a problemas como la deuda internacional, instituciones financieras débiles y la pobreza en países en desarrollo.

Para que tenga éxito, una cumbre del GEFF debería ser geográficamente diversa. Estados Unidos, Australia e Irlanda necesitan un lugar donde puedan reunirse con Chile, Botswana y Mauricio para hablar sobre las mejoras necesarias en temas de libre comercio, reducción de los subsidios agrícolas y la reforma de la ayuda exterior. Irlanda, Reino Unido y Luxemburgo necesitan un lugar donde puedan hablar sobre diversas formas de liberalizar la Unión Europea.

Un frente común de política económica que provenga de un grupo tan exitoso y variado como el GEFF tendría verdadero valor político. El mundo tomaría nota de una foto de esa cumbre en la que jefes de estado de Bahrein, Japón, Reino Unido, Chile, Estonia, Estados Unidos y Mauricio se sentaran codo con codo mostrando consenso acerca de la economía global.

También podría ayudar a romper la típica congestión en la OMC y otras instituciones internacionales económicas y financieras. Aunque el GEFF no reemplazaría a la OMC, podría actuar allí como un comité, ayudando a coordinar mejor la política comercial de sus miembros. Y éstos podrían hacer lo mismo en la ONU presentando un reto a la filosofía del gobierno global tan común en Turtle Bay. 

Pero la ventaja más importante sería el mensaje. Por fín habría un escenario internacional desde el que se podría gritar que la libertad económica trae la mayor prosperidad a la mayoría de gente.

Qué maravilla poder oír algo así por encima del estruendo de Davos.

©2008 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

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