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Gabriel Moris

Museo de los Atentados de Madrid

Podría servir para dejar patente ante las futuras generaciones la reacción de un pueblo y sus dirigentes ante un ataque tan brutal como irracional e inesperado.

Los pueblos dejan sus huellas en el tiempo de diversas maneras. La historia es el medio más usual para transmitir el paso de las personas y los grupos humanos por el mundo. Igualmente puede servir para silenciar los hechos más abominables. Ello permite que los hechos más innobles, a veces, queden ocultos; pero eso hace construir una historia incompleta y poco veraz. En mi opinión, si a la historia se le hurta la veracidad, se transforma en algo que podríamos denominar infrahistoria o historia de los vencedores, al menos de los vencedores en apariencia.

En España, más específicamente en la Comunidad de Madrid, vivimos hace ya casi diez años un atentado asimilable a una masacre. Yo soy consciente de que un pueblo no puede vivir continuamente condicionado por los hechos luctuosos, pero tampoco puedo entender que un crimen como éste, cometido con premeditación y alevosía, sea sometido al silenciamiento y el oscurantismo. Máxime cuando no se han desvelado la autoría, el arma empleada, los móviles, la trama ni las responsabilidades antes, durante y después de la ejecución. Las consecuencias del mismo las estamos padeciendo las víctimas y el pueblo, casualmente los que fuimos el objetivo directo. El objetivo final no pudo ser el matar por matar; yo me inclino a pensar que no fue otro que conducir a España a la situación social y política que padecemos.

Otros pueblos, al pasar por episodios similares, han tratado de recordar permanentemente un holocausto o un gran atentado. Con ello pretendieron erigir un faro permanente para ellos y para el mundo entero. Igualmente tratan de ser una memoria colectiva para evitar que se repitan masacres de esta naturaleza. Israel y Estados Unidos podrían ser ejemplos a imitar por una España que ha perdido su rumbo y no acierta a o no se le permite reencontrarlo. Ambos decidieron inmortalizar el holocausto judío y el atentado de las Torres Gemelas. España bien podría elegir los atentados del 11-M para recordar durante todo el siglo XXI y los siguientes que ese atentado y su forma de afrontarlo nos han conducido a la situación que, como pueblo –y madre de pueblos–, vivimos hoy. También podría servir para dejar patente ante las futuras generaciones la reacción de un pueblo y sus dirigentes ante un ataque tan brutal como irracional e inesperado.

Material para ello no falta, pese a la masiva y rápida desaparición de las pruebas fundamentales y voluminosas. A título de ejemplo podemos incluir en el mismo: los prolegómenos del "Nunca mais" y el "No a la guerra" podrían servir de antesala del museo; los rumores de atentados, de ETA o islamistas, y la entrevista de Perpiñán nos irían introduciendo en el núcleo; las diez explosiones en los cuatro trenes: imágenes dantescas que conmovieron al mundo; el gran ejemplo dado por los profesionales y los voluntarios en aquellos momentos; la actuación de la clase política, de los jueces y de los medios de comunicación, con informaciones engañosas aún por rectificar, como la presencia de “terroristas suicidas”; la avería de las cámaras grabadoras; el hallazgo en Alcalá de Henares y las amenazas de bombas en lugares clave de la ciudad; la furgoneta Renault Kangoo vacía en Alcalá y llena en Canillas; la mochila de Vallecas y su extraño periplo; las manifestaciones masivas pidiendo "PAZ" y preguntando "¿Quién ha sido?" o exigiendo "Queremos saber". Nunca más se han repetido, habiendo motivos para ello.

Después de los atentados, las más de cien detenciones, la desaparición de pruebas, las informaciones manipuladas. El proceso judicial. La sentencia, cuyo sexto aniversario se cumple ahora... Todo ello ocuparía un espacio importante. La comisión parlamentaria de investigación con nulos resultados…

Todo lo citado constituiría materia para un museo del 11-M. Máxime cuando, casi diez años después, sólo hay un dudoso condenado por la masacre.

Como colofón, el único foco de explosión que se conservaba, el de Santa Eugenia, parece haber desaparecido, a pesar del control policial ordenado por la Fiscalía.

Se acepte o no esta idea, sugiero al lector unirse a mi petición en change.org, al Gobierno, al Congreso y a la Audiencia Nacional. Con mi agradecimiento a todos.

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