Ese primer acto de la misma guerra, que fue una victoria militar evidente, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas, terminó, ya lo he dicho y lo repito, en catástrofe, ya que George Bush Sr. ordenó la retirada a las puertas de Bagdad, dejando una situación confusa, peligrosa, absurda –de la que se aprovechó Sadam Husein para masacrar al máximo de iraquíes y kurdos–, que había que zanjar, terminando la guerra inconclusa o rindiéndose ante Husein y concediéndole, como a Arafat, el Premio Nobel de la Paz.
Muchos intentan olvidarse de la Guerra del Golfo y limitarse a condenar, con una violencia inaudita, el segundo acto de la misma. Los que demuestran un poco más de seriedad argumentan que ese primer acto se justificaba debido a la invasión de Kuwait y, sobre todo, a que tenía el visto bueno de la ONU, mientras que el segundo no lo tenía. Como si nada pudiera realizarse en el mundo sin el visto bueno de ese monstruoso mamut que es la ONU.
Si es cierto de que la ONU, debido a Rusia, China, Francia y los países árabes, manifestó al principio su oposición a una intervención militar en Irak, enseguida aceptó los hechos consumados, y hasta envió una importante delegación después de la caída de Hussein; pero a la primera y sangrienta bomba huyeron, despavoridos.

El País (19-III-2008) no podía dejar pasar la ocasión del aniversario del comienzo de la Guerra de Irak para arremeter de nuevo contra José María Aznar, tomando esta vez como pretexto una entrevista concedida por éste a la BBC en la que afirmaba que en absoluto lamentaba su decisión de aliarse con Bush y Blair, porque era la decisión correcta. El periodista, que ni siquiera se atreve a firmar y pone "P. X. de S.", se indigna: "¡No se arrepiente, pese a los 80.000 muertos!". Como si los hubiera matado Aznar con sus propias manos. En relación con los muertos en Irak circulan los más inverosímiles datos, y algunas ONG mercenarias hablan de millones.
No podía faltar, en el periódico de la mentira global, la foto de la Azores, con "el trío de la infamia": Aznar, Blair y Bush, que para mí significa todo lo contrario: la voluntad de legítima defensa de las democracias frente a la guerra santa desencadenada por los países y grupos terroristas islámicos. Ni siquiera valdría la pena recordar que la actuación responsable y digna de Aznar en 2003 fue esencialmente de solidaridad política, porque nuestra presencia militar en Irak fue muy limitada, casi diría más simbólica que otra cosa.

Yo sigo convencido de que no es la capacidad militar del enemigo, esa nebulosa de países y grupos terroristas islámicos, nuestro principal peligro. El principal peligro somos nosotros, o sea, la ceguera y cobardía en tantas democracias occidentales, o en importantes sectores de dichas democracias, que no quieren ver la guerra, y cuando la ven prefieren rendirse antes de combatir.
En este sentido, yo echo de menos al "trío de las Azores". Aznar podría, y debería, desempeñar un papel más activo en la política, nacional como internacional. Tony Blair, por oscuros y negativos razones internas del laborismo británico, desempeña ahora un papel de fantasma itinerante, a la par de Javier Solana y otro que tal bailan. En cuanto a George W. Bush, la Constitución norteamericana le obliga a abandonar la Presidencia el próximo mes de noviembre.