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LIBRECAMBIO

Comercio libre, comercio justo

A pesar de que no estaba de moda en los ambientes pensantes de su época, algunos sabios como John Locke o David Hume se desmarcaron defendiendo el comercio libre como una de las fuentes de progreso para las naciones. Ese progreso no se limitaba a lo meramente económico sino a otros aspectos que hoy llamaríamos sociales, afianzando, a su vez la concordia y la paz entre las potencias por entonces hegemónicas, envueltas en sucesivos conflictos tanto internos como externos.

A pesar de que no estaba de moda en los ambientes pensantes de su época, algunos sabios como John Locke o David Hume se desmarcaron defendiendo el comercio libre como una de las fuentes de progreso para las naciones. Ese progreso no se limitaba a lo meramente económico sino a otros aspectos que hoy llamaríamos sociales, afianzando, a su vez la concordia y la paz entre las potencias por entonces hegemónicas, envueltas en sucesivos conflictos tanto internos como externos.
Esas reflexiones son tan válidas hoy como lo eran en los siglo XVII o XVIII a pesar de lo que algunos nos quieran hacer creer. Afortunadamente, con el advenimiento de la Revolución Industrial y las aportaciones teóricas de los economistas, hoy llamados clásicos, se inauguró la era más extraordinaria que ha conocido el hombre en su dilatada historia, al menos en lo que a calidad de vida se refiere. El librecambio fue sin duda uno de los elementos principales que permitieron llevar a buen puerto tan titánica tarea, de la que hoy, salvo algún demente, nadie duda de sus bondades. El sueño liberal de mercados abiertos tocó a su fin en las postrimerías del XIX, cuando las recetas proteccionistas volvieron a campar sus respetos por el antiguo continente. Los aranceles medios  a la importación en Gran Bretaña habían bajado vertiginosamente hasta el 6% en el año 1880, cifra que casualmente coincide con el tipo marcado como objetivo difícilmente alcanzable, a escala mundial, en una de las rondas de negociaciones del GATT(General Agreement  on Tariffs and Trade). ¿Cuándo fue eso?. En 1968, ¡88 años después!. Y luego hay quien afirma sin despeinarse que las convulsiones de los primeros diez lustros del siglo XX fueron fruto de las contradicciones del liberalismo salvaje. La fantasía siempre se alimenta de la desinformación.
 
Con el fin de la segunda guerra mundial el panorama comenzó a cambiar ligeramente gracias a distintas iniciativas emprendidas con el objetivo de reducir las de barreras al comercio, como la adopción acuerdos y liberalizaciones unilaterales por parte de algunas naciones. Como claro exponente de dicha tendencia un conjunto de 23 gobiernos se congregó con objeto de negociar el antes mencionado Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio. La reunión tuvo lugar en 1947 en La Habana. Ni que decir tiene que la dirección económica de la nueva Cuba heredera del asalto castrista no se orientaría a partir de tan feliz suceso precisamente por el librecambio. A pesar de ello, y con grandes dificultades, el número de naciones que se adherirían a los acuerdos multilaterales fue creciendo –España firmó el acuerdo bien entrada la década de los 60– hasta un total de 123 en las negociaciones celebradas en Uruguay en 1995, país donde se fundó la actual Organización Mundial de Comercio (OMC) que sustituía los acuerdos GATT y se convertía en una organización internacional con el objetivo de promocionar el libre comercio, garantizar las transparencia de las regulaciones nacionales y realizar un arbitrio independiente en los eventuales contenciosos entre los países miembros. Por otro lado, los Acuerdos Regionales de Comercio (RTA), como el tratado de Roma (semilla de la Unión Europea), el NAFTA (North America Free Trade Agreement), CAFTA (Central America Free Trade Agreement) o MERCOSUR entre otros, han creado amplias zonas geográficas que las que con mayor o menor éxito se han intentado implantar medidas cuyo objetivo es facilitar el librecambio.
 
Aunque el número de miembros de la OMC ha aumentado, por ejemplo el China paso a formar parte de la organización en el año 2001, a escala global se han reducido notablemente las barreras al comercio y el volumen negociado de mercancías y servicios a crecido espectacularmente en las últimas décadas, merece la  pena recapitular, porque, ¿Podemos estar seguros que vivimos en un mundo librecambista?, o reformulando la misma pregunta,  ¿Cuál es la tendencia actual?, ¿Vamos a un mundo más libre, más parecido al del siglo XIX, o por el contrario, nos encontramos ante una reedición del servil y monopolista siglo XX?
 
En la televisiones de occidente nos repiten que una horda neoliberal nos devora, sin embargo los aranceles para ciertos productos siguen siendo altos, sectores completos (la agricultura y los textiles) permanecen casi blindados, prevalecen barreras infranqueables dentro de las fronteras y hasta los Estados Unidos, el Satán capitalista, se ha valido de cientos de medidas para contingencias, que no son mas que mecanismos proteccionistas de toda la vida: Legislaciones anti dumping, subvenciones, cuotas, etc... . Medidas mercantilistas propias de sistemas coloniales encaminadas a beneficiar a unos pocos, a privilegiados grupos de presión o sectores paniaguados e improductivos. Si eso ocurre en los países desarrollados, podemos imaginarnos el panorama de las naciones pobres, donde Gobiernos totalitarios, sacamantecas populistas, funcionarios cleptócratas y otros especimenes de la cabaña anti-liberal pastan a sus anchas. Los intervensionistas, sean cuales sean sus loables propósitos, siempre consiguen efectos contrarios a los que, al menos en teoría, persiguen. ¿Quien sufre las consecuencias? Los ciudadanos, aunque en algunos países cause hasta rubor llamarlos así. El consumidor de los países desarrollados tendrá que pagar entre un 5% y un 20% más por los bienes que consume y la economía nacional (la que se pretende proteger) tenderá hacia un estancamiento. Quizás es un precio justo, argumentarán los bien pensantes, dado los supuestos beneficios sociales que se obtienen con dichas barreras. Pero en los países del Tercer Mundo el precio no es un porcentaje, es hambre, enfermedad, guerra y su inevitable corolario de muerte.
 
Manifestante anti OMC en acciónLos enemigos de la libertad son numerosos y se agrupan con objeto de conseguir distintos benéficos fines, pero todos ellos con un único objetivo común: limitar, regular, controlar y, en casos extremos, hacer desaparecer el comercio libre. Este Frente Amplio está compuesto por muchos grupos ideológicos dispares, desde los conservadores hasta la extrema izquierda, pasando por todos el calidoscopio progre de occidente. Los autodenominados grupos antiglobalización, que hicieron su puesta de largo saltando a todas la pantallas televisivas en la conferencia de la OMC en Seattle, utilizan toda suerte de argumentos desfasados y extravagantes. Los conservadores, nacionalistas y sindicatos asustan al personal con la pérdida de empleos, el empobrecimiento de la economía, la necesidad de proteger ciertos bienes estratégicos o, incluso, esgrimen riesgos para la seguridad nacional. Los más bizarros se valen de los consabidos mantras tercermundistas, ecologistas, pacifistas, multiculturalistas, marxistas, etc... .No vale la pena detenerse en ellos porque llevan siendo desmontados teóricamente desde tiempos de David Ricardo, y lo que es mas importante, han sido desmentidos sistemáticamente por los hechos. Se trata, de nuevo, de la misma mentalidad servil y canallesca diseccionada con tanto acierto por Mises o Revel.
 
Aunque dichos grupos han reducido su actividad notablemente en los últimos años, en cuanto a algaradas callejeras, sí han conseguido transmitir eficazmente su ponzoñoso mensaje a los medios y la opinión pública. La izquierda se las ingenia mejor que nadie para montar perfectas campañas propagandísticas, mas de un siglo de uso y abuso de la propaganda le avala. El hombre común –como de costumbre– ha picado. Si no esta convencido realice un breve encuesta entre sus conocidos:
 
-          Oye, ¿Estas de acuerdo con el comercio justo?.
-          Sí claro, si es justo como no voy a estarlo
 
Le garantizo una victoria apabullante del sí. Desgraciadamente el llamado comercio justo no hace honor a su nombre. Es un lobo con piel de cordero. Si prescindimos de las grandes intermediarias, esto es, de las multinacionales, ¿Alguien cree que mediante podrían satisfacerse las crecientes necesidades de miles de millones de consumidores en todo el orbe? El comercio justo no se queda en poesía para consumo de universitarios alucinados y grupos de rock alternativo, es mucho más letal. Pretende limitar, fiscalizar e incluso eliminar la inversión extranjera ya sea directa o indirecta. Su recetario incluye la aplicación de impuestos especiales sobre las transacciones financieras como la famosa tasa Tobin, propuesta con el fin contener la acción de los especuladores (uno de los chivos expiatorios más de moda). Una tasa que hasta el propio padre de la criatura, el Nobel en economía James Tobin, ha descartado por considerarla inaplicable. En definitiva, el proteccionismo e intervención de toda la vida disfrazado (como siempre) de supuesta libertad y justicia.
 
Por otro lado, las noticias que llegan sobre las actuales negociaciones (ronda de Doha) que se están realizando en el seno de la OMC inducen al desaliento. Los avances realizados en los tres últimos años son muy pequeños lo que induce a pensar que el proceso está en cierta fase de estancamiento. Además, como comenta el analista del Instituto Cato Razeen Sally están apareciendo en la OMC las que denomina “tendencias alarmantes”: Aumento de la regulación y estandarización, exceso de legalismo y una creciente politización.
 
World Trade Center de Nueva York, símbolo de la libertad de comercioCon la imposición de reglamentos y estándares (laborales, ambientales, etc... ) a los miembros, se esta dificultando la entrada de países del Tercer Mundo en mercados avanzados. Se está regulando en un sentido positivo indicando que debe y que no debe hacerse. Por ejemplo, la regulación sobre la propiedad intelectual ha reabierto el debate de la conveniencia de la patentes. Esto, unido un excesivo legalismo que alarga y burocratiza cualquier arbitrio, lleva a la paralización de cualquier actividad. Esta situación bien podría haber sido motivada por la incontenible politización de una organización que está abandonando el espíritu abierto del antiguo GATT. Se está construyendo, si no se ha construido ya, una ONU para el comercio internacional. Si la dirección de la OMC sigue los pasos hacia la ONU-nificación no es de extrañar que nos sorprendan con espectáculos semejantes a los vividos en las Naciones Unidas en los últimos tiempos. Los grupos de presión y los burócratas de turno aprovecharán estas circunstancias para hacer de las suyas. Recientemente se han dado ciertos problemas arancelarios entre EE.UU. y la UE o noticias aisladas como la reciente implantación en la UE de una tasa de un 14% a ciertos tipos de pantallas LCD. Torticeramente la UE alega que estas pantallas son artículos de entretenimiento por lo que, de este modo, puede aplicarles mayores aranceles que si fueran considerados como equipamiento informático. Parece que los funcionarios de la Unión consideran una diversión lo que millones de europeos desarrollan frente a una pantalla de un ordenador durante su jornada laboral. No pueden figurarse lo divertido que es destinar una cuantiosa parte del salario a financiar sus abultados salarios, sus viajes y sus dietas. Con esta medida, disfrutar de un DVD o enviar un e-mail en una pantalla plana nos saldrá a los europeos más caro a partir de ahora, para beneficiar a una industria tecnológica comunitaria poco eficiente y atrasada tecnológicamente frente al empuje de los japoneses y coreanos (del sur, naturalmente)
 
Otra señal de alarma proviene del auge del islamismo (tanto radical como moderado), que trae de la mano la aplicación literal de la Sharia (ley islámica) que penaliza el beneficio porque aún lo considera usura, proscribe el mercado de valores, establece la necesidad pagar precios justos y limita la asunción del riesgo –por ejemplo los mercados de futuros– en las transacciones. Los principios del comercio y la economía islámica se oponen frontalmente a los del Lassez Faire y tienen difícil encaje con los instrumentos modernos de intercambio y financiación. Si en amplias zonas del globo se imponen estas tendencias podemos estar seguros que  se pondrán mayores trabas al libre comercio con el aplauso de la miríada de memos que defienden al Islam en ocdidente, especialmente en la esclerotizada Europa. Por si esto fuera poco, la inestabilidad de los países afectados y la marcha de Guerra contra el Terror no son el caldo de cultivo más apropiado para que triunfen las doctrinas aperturistas.
 
Con todos estos condicionantes no se puede pretender ofrecer soluciones mágicas, deberán manejarse las delicadas situaciones y equilibrios que presenta el mundo actual de manera imaginativa. Lo que esta claro, es que hay que ser conscientes de que el mundo necesita más y no menos librecambio. Debe apoyarse con voz y voto a aquellos que defiendan realmente el libre intercambio de capitales, mercancías, servicios y conocimiento, así como las posibilidades de movimiento de las personas. Se debe denunciar una y otra vez las mentiras y la demagogia de la confusa legión de burócratas, intervencionistas y nostálgicos del Gulag. De esta forma se podrá, paulatinamente, contrarrestar la amenaza del viejo y el nuevo proteccionismo. La libertad, como casi todas las cosas, empieza en casa y no en la OMC o en la ONU.
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